Un estudio sobre calidad del aire realizado por el Departamento de Filosofía del IES León Felipe de Benavente en dos aulas de 2º de Bachillerato y en colaboración con el alumnado ha confirmado, utilizando dos medidores de dióxido de carbono, la necesidad práctica de mantener ventiladas constantemente las aulas educativas para frenar los contagios potenciales de COVID-19. Un aula cerrada durante 10 minutos genera niveles de dióxido de carbono de entre 700 y 800 partes por millón, muy por encima de los 500 ppm aconsejables.

El trabajo concluye que para mantener el virus a raya en las aulas y evitar el contagio por aerosoles es necesario que las ventanas de los extremos de cada clase estén abiertas al 50%. Si hay más ventanas, estas deben abrirse al menos 15 centímetros, y es necesario también mantener abierta la puerta del aula para que la renovación del aire sea continua y más intensa.

Los niveles de dióxido de carbono en la calle alcanzan niveles de 400 a 500 partes por millón, y de hasta 550 ppm en algunas zonas urbanas. El Reglamento de Instalaciones Técnicas en los Edificios (RITE) considera que una buena calidad del aire en las aulas educativas debe situarse en niveles de 500 partes por millón de dióxido de carbono. Con niveles de 800 ppm la calidad del aire sería media, y baja a partir de 1.200 ppm. Con estos presupuestos han trabajado los alumnos.

El trabajo se realizó en dos aulas de segundo de Bachillerato en la primera planta del centro educativo al mando del profesor Juan Carlos López. Los datos se tomaron la segunda semana de noviembre, lunes 16, martes 17 y miércoles 18. Durante los días del 23 al 25 de noviembre se tomaron muestras aleatorias y se obtuvieron las conclusiones. Posteriormente se dio traslado del informe al equipo directivo del IES.

Para diferenciar las mediciones se plantearon tres escenarios diferentes.En un escenario A, que es el prescrito por las autoridades académicas y sanitarias de la Junta de Castilla y León, las aulas se ventilaron 15 minutos antes del comienzo de cada jornada escolar. 10 minutos entre clase y clase y 25 minutos en el recreo.

El escenario B fue exactamente igual antes de comenzar la jornada y durante el recreo. Pero durante todo el tiempo las ventanas se mantuvieron abiertas 8 centímetros. Las ventanas de los extremos se abrieron al 50%

En el tercer escenario, el C, se realizaron las ventilaciones exactamente igual antes de comenzar la jornada y durante el recreo. Pero durante toda la jornada las ventanas primera y última se mantuvieron abiertas al 50% y el resto de las ventanas se abrirán 15 centímetros. En este escenario se mantuvo abierta la puerta al menos el 50% del tiempo y las ventanas del pasillo y de los servicios también permanecieron abiertas. Alumnado y profesorado utilizaron ropa de abrigo durante las clases.

La toma de datos se realizó mediante dos medidores de CO2 Kecheer SR-510 adquiridos por el centro y se transcribió en el cuaderno propio e individual por parte de los alumnos encargados de cada curso. Las alumnas supervisoras de aula lo pasaron y lo firmaron en la hoja de recogida de datos en cada muestreo.

De los tres escenarios analizados, el C arrojó “niveles de concentración de dióxido de carbono por debajo del máximo de 700 ppm. La estrategia de mantener -en parte- las ventanas abiertas durante todo el tiempo ya se empezaba a mostrar exitosa en el escenario B. Descubrimos que abrir y cerrar ventanas durante los periodos lectivos nos llevaba a una montaña rusa de concentración excesiva por una parte y calidad innegable en pocos minutos, por la otra”.