La pandemia ha supuesto un antes y un después para todo, también para los hábitos de consumo de la gente que, en muchos casos, ha perdido el miedo a realizar sus compras online y en otros ha visto en el sector de la mensajería una salida para sus necesidades frente a las restricciones de movilidad. Tras el mostrador de una agencia de mensajería local y familiar, en Benavente, está Ana Pérez que cada día recibe en su establecimiento a numerosos vecinos y empresas locales que optan por su servicio de mensajería.

Un repartidor registra la entrega de uno de los paquetes.| E. P.

El teléfono tampoco deja de sonar. Clientes habituales de negocios locales que llaman preguntando por el estado del envío o para encargar un nuevo pedido. Desde tiendas de embutidos a zapaterías que han visto en la venta online un alivio frente a las pérdidas por el cierre de sus establecimientos. También preguntan por tarifas numerosos negocios que quieren enrolarse en la venta online para complementar la tradicional venta en la tienda física. “Todo ha cambiado mucho”, asegura. “La pandemia ha venido a cambiarlo todo y se nota en los envíos que hacemos y en lo que repartimos a domicilio también”.

Jose cargando paquetes en la furgoneta de frío.| E. P.

Las medidas de higiene y desinfección ya forman parte de la rutina, aunque todavía algunas personas se saltan el mostrador que ubicó frente a la mesa de oficina para asegurar un mayor distanciamiento personal. “Por favor, póngase un poco más para atrás”, pide a una mujer que ha llegado a pedir tarifas. Se trata de Patricia Dolores Campo una vecina de Benavente que llegó en diciembre del pasado año a la ciudad tras cincuenta años en Alemania. Quiere trasladarse a Vigo con su hermana “porque con esto del COVID tiene el piso cerrado y mandaremos el equipaje por mensajería. Es más cómodo y nos aseguramos que llega cuando nosotras estemos allí”, asegura.

Leyre muestra algunos de los productos que le mandan para promocionar en las redes sociales.| E. P.

Tras salir por la puerta, Ana explica que con la pandemia hay mucha gente particular que ante la imposibilidad de desplazarse hace los envíos a sus familiares, en otros puntos de España o en el extranjero. “Hay gente que manda la ropa de invierno a sus hijos que están estudiando fuera. Antes iban a verlos pero ahora por el miedo a los contagios prefieren hacer los envíos por mensajería”, indica.

Otros, en lugar de ropa, es comida lo que mandan a los hijos. Como Carmina que ha visto en la mensajería un modo de poder enviar sus guisos a su hijo quien prudentemente le pidió a su madre que no fuera a verle “porque todo está mal”. Explica Carmina que “la verdad es que iba haciendo comida y congelando pensando en que vendría en algún momento a casa, llegamos a plantearnos vernos a mitad de camino entre Madrid y Benavente. Pero hemos respetado las restricciones y he optado finalmente por mandar la comida refrigerada”. Carmina asegura que esta opción ha surgido a raíz de la pandemia. “Le he mandado legumbres, comidas guisadas, y el último día patatas a la importancia que le gustan mucho. Los calamares en su tinta, alubias o cocido siempre quedan bien”.

Carmina Martín manda comida a su hijo y Leyre es una de las clientas que recibe distintos productos de alimentación a través de mensajería. Ella cuenta con una página de Instagram desde la que promociona productos de distintas firmas. “Ahora que tengo tiempo hago promociones de productos. Siempre me ahorro dinero en la cesta de la compra “, explica mientras sale a toda prisa de la oficina tras mostrar los productos que le mandan esta vez.

Un trabajador de un negocio de fotografía hace entrega de uno de los paquetes. | E. P.

También se acerca hasta la oficina José Merino, que es el marido de Ana con quien trabaja codo con codo. Él reparte en una furgoneta grande donde puede transportar las cosas en frío, como la comida que Carmina manda a su hijo en Madrid. Asegura que en estos días el volumen de trabajo está a nivel del Black Friday del pasado año y se espera que suba aún un 60% más para esa fecha este año.

Hasta el establecimiento de Ana llega también alguna entrega de otras plataformas de mensajería, que dejan allí el paquete a una vecina que ahora no está en casa. “Somos la competencia”, dice el repartidor sonriendo. Martín lleva 26 años en el sector del transporte y asegura que esta es la peor época. “Trabajando siempre lo peor son las navidades pero ahora mismo las prefiero a esto”. Él transporta medicamentos a los hospitales de Benavente y Zamora y asegura que “voy con miedo, la verdad”.

Entre cliente y cliente llega uno de los repartidores. Es Dani, hermano de Ana, que recoge paquetes de la oficina para hacer el reparto casa por casa. Antes regentaba un bar en una residencia pero la situación de crisis sanitaria le llevó a buscar otras salidas laborales y la encontró en este negocio familiar. Recoge los paquetes, da unas indicaciones a Ana y sigue su recorrido tras cargar la furgoneta.

Más clientes. Esta vez de un negocio de fotografía que viene a entregar un paquete. “Ahora estamos haciendo los álbumes de las bodas y las comuniones, pero el volumen de trabajo no tiene nada que ver con otros años. Hemos bajado precios y aún así está todo en picado. Nosotros utilizamos ahora menos este servicio de mensajería. Enviamos las fotografías para realizar los trabajos de encuadernación y ahora hay mucho menos”.

Hay también gente que a través de la mensajería mandan productos que antes vendían a pie de calle. Es el caso de un cliente que se dedica a la venta ambulante. Nunca antes del confinamiento había vendido por Internet y ahora con asiduidad envía telas para clientes particulares y talleres de costura, gracias a la difusión de sus productos a través de redes sociales.