El cartel era claro, —“Aforo máximo dos personas”, rezaba—, pero Iván sacó la tarjeta sanitaria de la cartera y con un característico acento del Este exigió “dos comidas gratis”. Había llegado a las puertas del asador de pollos haciendo sonar un pitido incesante en su silla de ruedas. Solo quitó el sonido para repetir insistentemente su exigencia con voz ronca y seca de que le dieran dos comidas gratis, hasta que una empleada le explicó que el cartel no decía eso.

“¿No tiene ingresos Iván?”, le preguntamos. “No, no, no tengo dinero. Vivo solo”, contestó. “El cartel dice que solo pueden entrar dos personas, no que den dos comidas gratis”, le aclaramos. “No, no. Ahí pone que dan dos comidas gratis”, insistió mostrando la tarjeta sanitaria. “¿Por qué no lleva mascarilla?” “No tengo dinero”, replicó. Al cabo decidió marcharse. “Viene de vez en cuando. Tiene muy mala uva”, explicó la propietaria.

A las cinco de la tarde, su vecino de piso en la avenida El Ferial pidió ayuda a través del 112. Iván le impedía entrar en su vivienda. La Guardia Civil envió una patrulla para resolver el problema.

No hay bar ni establecimiento comercial, y son ya pocos los vecinos de la zona, que no conozcan a Ivan Atanasov Kinchev, discapacitado de origen búlgaro. Para la Policía Local se ha convertido en una auténtica pesadilla. Hay pocos días de la semana que no haya un vecino que no llame al 112 al ver a un discapacitado en la calle que aparentemente está desvalido y necesita ayuda, o jornada en la que policías y guardias civiles no tengan que intervenir bien para hinchar una rueda pinchada de su silla eléctrica que se niega a reparar, o para resolver los conflictos creados con clientes, hosteleros, o propietarios de negocios a las puertas de sus establecimientos.

Las llamadas y denuncias se cuentan por decenas en los últimos meses sin solución de continuidad, y hay días que las patrullas policiales han debido tener la impresión de vivir el Día de la Marmota, al tener que darle aire a la rueda pinchada de la silla eléctrica hasta tres o cuatro veces.

Por señalar un periodo concreto de incidencias acumuladas, sólo desde el viernes día 9 hasta el pasado domingo, Atanasov ha sido la causa de 16 intervenciones policiales y de la Guardia Civil. Ese viernes impidió la entrada de clientes a un estanco de la avenida El Ferial. La Policía le acompañó a su domicilio. Eran las siete de la tarde. Diez minutos después, volvió al establecimiento y siguió bloqueando la entrada a los clientes, hasta que el estanco cerró sus puertas.

Al día siguiente, Iván fue protagonista de cinco incidentes desde las cinco de la tarde hasta avanzada la madrugada. Los vecinos telefoneaban a la Policía informando de una persona en silla eléctrica que tenía una rueda pinchada, o daban cuenta preocupados de una un discpacitado al que se había acercado un vehículo y podía ser objeto de un robo. Iván terminó parando con su silla a las puertas de un bar y por quinta vez los agentes le pidieron que cambiara la rueda pinchada que esa jornada le hincharon varias veces con un compresor portátil. Iván se negó a irse a su casa. De hecho paso la noche a las puertas del bar. La mañana del domingo 11, una patrulla de agentes tuvo que empujar la silla eléctrica de Atanasov hasta su domicilio. Eran las 8.45 horas y había pasado la noche en la calle, delante del establecimiento donde le habían dejado de madrugada porque se negaba a marcharse.

La semana pasada no fue distinta. Iván comenzó el lunes impidiendo la entrada y salida de vehículos de una cochera. El martes un negocio de la avenida denunció que un discapacitado en silla de ruedas y sin mascarilla estaba causando molestias y reclamaban que fuera expulsado. Los agentes le denunciaron por no llevar mascarilla. Esa tarde, con una rueda deshinchada, Ivan se quedó atrapado dos veces en un bordillo y en otra zona de la avenida. La Policía le hinchó la rueda las dos veces y la segunda empujaron la silla hasta su domicilio. El miércoles bloqueó la entrada de un estanco reclamando tabaco gratis al propietario, al que amenazó con “darle un palo” y a los clientes. No llevaba mascarilla y fue denunciado de nuevo.

Iván Atanasov es un viejo conocido de la Concejalía de Bienestar Social. Cobra una pensión por discapacidad superior al salario mínimo y convive con su esposa. “No hay razón legal de intervención”, explicaron. En la avenida, donde las peripecias del hombre sin piernas en la silla de ruedas roja son el pan nuestro de cada día, los vecinos se quejan y algunos piden soluciones por su “terrible” actitud. Solo intervenciones policiales le disuaden de su actitud, aunque sea por un corto espacio de tiempo.