En medio de una sangría demográfica que no deja indiferente a ningún pueblo de la provincia de Zamora, en general, y del Valle del Tera, en particular, hay un sector que se mantiene en la primera línea de esta lucha contra el tiempo y el abandono de las zonas rurales de la comarca: los comercios y negocios locales resisten con las compras que sigue haciendo una clientela fiel desde hace más de 30 o 40 años.

Juan Carlos García se ocupa desde hace 30 años del negocio familiar, la tienda de Santa Croya de Tera, que lleva en el pueblo 60 años. “Hemos vivido en primera persona la despoblación de este pueblo, a medida que han ido pasando los años, la gente se ha buscado la vida lejos de aquí y los nacimientos cada vez son menos”, lamenta.

Su homóloga, vecina de Santibáñez de Tera, Consolación Rodríguez, es la quinta generación de una familia que se ha encargado toda la vida de la tienda de la localidad. Consolación atiende en el local a sus vecinos desde hace 40 y afirma que durante todo ese tiempo “la población ha pegado un bajón impresionante”. Consolación declara que el ser negocios familiares y no tener que pagar alquiler les ayuda a salir adelante.

Además, no es solo una lucha contra el tiempo que, poco a poco, va diezmando la población en estas localidades, sino que también está la alargada sombra de las grandes superficies para ponerles las cosas aún más difíciles a estos negocios. “No hay gente, y la que hay se va a comprar fuera”, lamenta Consolación.

Juan Carlos cree que el principal problema es la falta de medios de subsistencia de los que se dispone en zonas como Santa Croya o Santibáñez. “La gente no tiene más remedio que buscarse la vida fuera, sus hijos ya nacen fuera y, aunque vengan aquí, no son de aquí realmente”, declara.

Dionisio García es el carnicero de Santibáñez de Tera desde hace 16 años en un local que lleva abierto 38. Afirma que durante ese tiempo, ha visto reducirse casi a la mitad la población del pueblo. “Nosotros repartimos por otros pueblos de la zona y se ve lo mismo”, declara.

Jesús Blanco también trabaja en el negocio familiar, la carnicería de Santa Croya, abierta desde hace casi 50 años. “Nos vamos manteniendo, pero se nota que cada vez viene menos gente”, declara.

Dejando a un lado los productos que venden, estos negocios tienen muchas cosas en común. Juan Carlos, Consolación, Jesús y Dionisio coinciden en que uno de los principales problemas que sufren estos pueblos es el abandono por parte de las administraciones.

“Yo no soy político ni soy ningún especialista, pero cualquiera puede ver la situación de estos pueblos, parece que los únicos que no se enteran son los políticos”, denuncia Juan Carlos.

Cuando alguien quiere ir al pueblo y montar un negocio así, según Consolación, todo son trabas y las administraciones no les dan ninguna facilidad. “Están hundiendo al medio rural y nadie hace nada por evitarlo”, lamenta.

El futuro no se antoja esperanzador para estos negocios, que ven cómo poco a poco van apagándose los pueblos a los que han servido durante toda la vida y nadie hace nada para frenar esta hemorragia demográfica.

A pesar de ello, seguirán ofreciendo la mejor cara a sus vecinos de toda la vida y mantendrán las mismas ganas que antes, cuando todos estos pueblos estaban llenos de vida. Son los irreductibles del Valle, resistentes en la lucha contra el tiempo.