“Todos sabemos lo que hace un médico, o lo que hace un enfermero, pero pocos saben lo que hace un farmacéutico a nivel sanitario”, declara emocionada Pilar Ordax, farmacéutica e hija pródiga de Fuentes de Ropel. Los vecinos querían darle una sorpresa y ella ciertamente contuvo el aliento al verlos a las puertas del establecimiento.

Fue homenajeada en la mañana de ayer por sus vecinos, en agradecimiento por su labor durante la época de la pandemia. Admitió sentirse “muy contenta” por llevar “diecisiete años luchando para que se reconozca el trabajo de un farmacéutico” y que era un momento muy bonito, pero lamentó que “ha tenido que llegar después de una pandemia”.

Más de un centenar de personas se congregaron frente a la farmacia de la localidad ropelana para otorgar a Pilar una placa conmemorativa y un ramo de flores.

Durante los meses de confinamiento, Pilar asistió a los vecinos de la localidad para evitarles salir de casa, llevando la medicación hasta sus puertas. “Mi horario es de 10:30 a 16:30 de lunes a viernes, pero durante la pandemia a lo mejor salía de casa a las 8:30 y no volvía a casa hasta las 10 de la noche”, afirmó.

Movida por el altruismo y la indignación de ver a sus convecinos “abandonados” y sin recibir una asistencia sanitaria regular, decidió movilizarse. “Todos tenemos personas mayores en casa, y yo no podía permitir que se les abandonase de esa manera”, declaró, por lo que se puso en contacto con la médica del pueblo y, vía telefónica, atendían a los pacientes. Después era la propia Pilar quien se movilizaba y llevaba a cada uno la medicación que necesitara.

Teo Vecino, presidente de la asociación cultural Iniciativas Ropelanas, apunta que Pilar ejerció, además de farmacéutica, “como médica, enfermera y psicóloga de todo el pueblo” durante los meses de confinamiento y ya es considerada por sus paisanos como su “ángel de la guarda”.

Los vecinos aprovecharon el acto para reivindicar los derechos de zonas como esta a tener una atención primaria de forma continuada en su centro de salud.

“Yo no quería contagiarme ni contagiar a nadie, por eso trabajábamos con un protocolo muy estricto”, indica Pilar. “Manteniendo un protocolo, médicos y enfermeros pueden venir perfectamente a los consultorios”, añade.