Una vecina de Benavente de 48 años de edad sufrió una aparatosa caída en marzo de 2018. Se rompió la tibia y el peroné. La fractura requirió una intervención quirúrgica a la que se sometió a principios de abril de ese año. Los traumatólogos le insertaron "un hierro" en la tibia y le colocaron el peroné. Tras la operación, dos meses de reposo fueron de obligado cumplimiento.
A falta de un mes para que se cumplan dos años de la intervención, lejos de haber sanado, la situación de esta paciente benaventana está asociada a la espera, al "sufrimiento y el dolor", y también al dilema y a la preocupación por el temor a no poder trabajar y mantener a su familia.
Casada y con dos hijos de 10 y 12 años, la paciente, a quien llamaremos B para preservar su identidad, está en lista de espera desde mayo de 2019. Apenas un mes antes, el traumatólogo que la operó en Zamora aceptó citarla para una revisión debido a los fuertes dolores que padecía. Descubrió que el peroné no había soldado y que era necesario retirar un tornillo en la tibia. Por este motivo B acude cada seis meses a la Unidad de Dolor, que la ha prescrito medicación específica.
Desde esa revisión, a la que sucedieron nuevas pruebas de anestesiología para tener todo preparado en el caso de que entrara en quirófano, han pasado nueve meses. En realidad, desde su caída en los albores de la primavera de 2018, B ha permanecido con el peroné fracturado más de año y medio, y las posibilidades de que pueda entrar pronto en quirófano parecen pocas. "Traumatología está saturada y la lista de espera no se mueve", explica que la transmiten desde de la Secretaría de la especialidad en Zamora cuando llama.
B trabaja de dependienta en una tienda local. Cuando la operaron no la dieron baja laboral porque en ese momento estaba en el paro. Su marido, tras tres años sin empleo, encontró un trabajo fuera de Benavente con el que la familia vivía muy ajustadamente. Así que en septiembre del año pasado, cuando la ofrecieron volver a trabajar, no dudó en aceptarlo a pesar de los dolores. Meses atrás, sabiendo que su traumatólogo había detectado que el peroné estaba roto y que era necesaria una segunda intervención, confió en entrar rápidamente en quirófano, incluso pese a las advertencias del especialista. "No esperes que te operemos pronto", recuerda que le dijo el traumatólogo que, según afirma B, le llegó a asegurar que el peroné "no era necesario porque la tibia -en su caso asegurada por un hierro- podía sostener el peso de todo el cuerpo".
Hacer de la necesidad virtud, aconseja el dicho popular. "He aprendido a no cojear", afirma B, que nos envía imágenes de su pierna al terminar su jornada laboral por la mañana y también por la noche. Amoratada en la zona del peroné, la extremidad refleja, sobre todo al acabar la jornada, claros síntomas de inflamación.
La historia de B desde su accidente está afectada también por hechos colaterales. En julio de 2018, pocos después de recuperarse de la operación tras dos meses de reposo, sufrió una embolia pulmonar. Con 48 años deberá tomar "sintrón" toda su vida.
Tras la revisión en marzo de 2019, las pruebas del anestesista poco después, y la revisión del traumatólogo confirmando que el peroné no había soldado, entró en lista de espera para ser intervenida. En junio de ese año Fasa Renault la citó para unas pruebas de empleo. B llevó su expediente médico, pero en empresa le hicieron radiografías. Estas confirmaron que tenía el peroné roto. B ya lo sabía y así lo indicaba su historial médico, pero la radiografía resultó inapelable. No consiguió el puesto.
Desde entonces telefoneaba cada cierto tiempo a Traumatología para saber cuándo sería operada. Supo así que la lista de espera de Traumatología en Zamora apenas se movía. "Hay gente muy mayor esperando a que le pongan prótesis desde finales de 2018", afirma. También acudió a Atención al Paciente. No obtuvo ninguna respuesta que pudiera darle esperanzas de una pronta intervención, como ya le había advertido el traumatólogo. Por contra, explica que tuvo la sensación de que le insinuaban que la medicina privada podía ser una opción más rápida.
Fuera o no así, el caso es que en septiembre del pasado año, le ofrecieron un empleo que aceptó. El precio de necesitar trabajar "para pagar las facturas y la hipoteca" es el dolor y la confianza en una intervención rápida. B percibe que, además de la fractura de peroné y del tornillo "el dolor viene por algún roce del hierro que me pusieron".
La incertidumbre de cuándo podrá ser intervenida, en la confianza de no perder su empleo y retomarlo tras la intervención "par ano dejar tirada a la gente que me ha contratado" la lleva a seguir telefoneando a Traumatología para saber cómo va la lista de espera. Desde mayo esta lista apenas se ha movido y teme que la situación se prolongue meses.