"¡Qué salga el toro con cuernos y todo!" clamó el respetable en Morales de Valverde. Y el toro salió del corral de la casa del cura y se desató la mascarada carnavalera. A las cuatro de la tarde y después de un viaje agotador a Braganza el día antes para desfilar, el toro, señorito y señorita, el gordo y el flaco, y las birrias (una pléyade de personajes y entelequias de la máscara) se adueñaron de la plaza mayor de la localidad.

Morales de Valverde ha consolidado la recuperación de su antigua mascarada tal y como recuerdan los más mayores (y también los no tanto) del lugar. Y para que hubiera sintonía con el escenario, los organizadores sacaron a la plaza del pueblo viejos carros, trillos y viejas máquinas utilizadas en las cosechas de cereal para ambientar la mascarada. Así que a las cuatro de la tarde salió el toro, y todos los personajes se entregaron a la faena carnavalera: no dejarse coger por el astado (que preferiblemente se lanza a por las mozas) y tratar de darle muerte. Durante casi una hora y media de carreras, diversión y carcajadas, feneció el toro moralino. Este año ha habido más público foráneo e incluso la mascarada ha contado con la presencia de los atenazadores de San Vicente de la Cabeza.

Muerto el animal, se dio continuidad a la tradición pidiendo limosna por las casas. Al final, todo el elenco de personajes y los vecinos compartieron merienda: bollos de carnaval, a base de azúcar harina y manteca, y chocolate.