La panadería de Calzadilla de Tera echa el cierra tras setenta años de trabajo. Jerónimo Rodríguez Quiroga lleva un año de jubilación activa y asegura que "ya es hora de jubilarse". Emocionado, en el último día de trabajo en el obrador, sigue cociendo los panes que uno a uno ha ido metiendo en su horno de leña, "de los de antes". Con el fin de año ha puesto a fin a un trabajo artesanal que han compartido tres generaciones y que ya no tiene relevo generacional.

Los inicios de la actividad panadera de esta familia se remontan a hace un siglo en que sus abuelos abrieron una panadería en la localidad de Santa Marta de Tera. "Mis abuelos eran panaderos y tenían cinco hijos. No daba la panadería para todos. Unos decidieron meterse en la Guardia civil, otros en la Policía, otros se fueron a San Sebastián a trabajar. Mi padre estaba soltero y quiso seguir con la actividad que había aprendido siendo niño, pero no podía hacerlo en Santa Marta, porque la panadería del abuelo no daba para los dos y porque no le iba a hacer la competencia a su padre", explica Jerónimo en la panificadora, mientras le escucha su hija Rocío que estos días está en el pueblo.

El padre de Jerónimo, recién casado, decidió embarcarse en una nueva aventura empresarial en Calzadilla de Tera. "Compraron la casa, y la obra se alargó un poco porque el horno antes era de construcción y se tardaba más tiempo. Comenzaron en el año cincuenta a montar el horno y desde entonces, no ha cesado la actividad de la panadería", añade Jerónimo. Aunque la panadería original estaba en una casa situada al lado del actual inmueble, en la calle Las Eras. "Toda la vida he estado entre harina, como las hijas mías luego".

Jerónimo tiene dos hermanas que decidieron salir del pueblo a labrarse un futuro, aunque desde pequeñas "echaban una mano, pero nunca estuvieron vinculadas a la panadería". Él quería ser periodista y llegó a matricularse en la Complutense en Madrid. "No había plazas y entonces me llamaron para que fuera secretario en el pueblo, después cuando en septiembre me dijeron que ya me podía matricular pues ya no me apetecía, tenía trabajo", señala. Así estuvo dos años como secretario municipal en Calzadilla.

Jerónimo y su mujer en el lugar donde han trabajado durante décadas. / E. P.

Asegura que "hay una fecha en la que me hice panadero, hace 42 años, cuando me casé con Isabel. Conviví con mi padre una temporada hasta que se jubiló. Y desde entonces he seguido haciendo pan de modo artesanal, de la forma que se ha hecho siempre".

El trabajo se ha ido adaptando a los nuevos tiempos y a la mecanización de algunas de las máquinas que ha utilizado para dar salida a la demanda existente, pero asegura que los mayores cambios han llegado por la bajada de población. "Las grandes superficies nos quedan un poco lejos del pueblo y, realmente no nos hace mucho año", señala.

Jerónimo e Isabel tienen tres hijas pero todas ellas están fuera del pueblo. "Ahora tampoco tiene mucho sentido que se queden en el pueblo. La población está mermando mucho y es muy complicado trabajar para tener un sueldo digno. En la panadería menos de dos personas no se puede trabajar y hay que sacar para dos sueldos y pagar la Seguridad Social y para eso hay que tener mucho donde vender", señalaba.