El escalador madrileño Ramón Portilla ha estado esta semana en Benavente para dar una charla en las XII Jornadas de Naturaleza y Montaña del Club Montañero Benavente. En esta entrevista pone valor en la experiencia que le dan los años en diferentes aventuras de alta montaña, que le permite disfrutar del camino hasta llegar a la cumbre. Asegura que cada viaje que hace forma parte de su forma de vida, que ha compartido con amigos, algunos que perdieron la vida en las montañas.

—Le definen como un viajero incansable, ¿lo considera una forma de vida?

—Yo desde niño quería ser viajero, aventurero y un poco el medio que tuve más cercano fue la montaña. En realidad lo que me gusta es conocer sitios, conocer otras culturas, otras formas de vida. Quizás de joven estás más obsesionado con la actividad técnica, deportiva, pero llega un momento que te das cuenta que el camino es más importante que el hecho de subir a la cumbre. Cuando ya te relajas un poco con la ambición y las ganas de cumbres, o de hacer más dificultad, te centras en el camino y aprendes a disfrutarlo de un modo más especial. Conoces otras culturas, otras formas de vida, y es lo que intento transmitir.

—¿Qué es lo que le hace decidir emprender un nuevo reto en la montaña?

—La verdad es que creo que tengo imaginación para los nuevos proyectos. No me gusta ir a los sitios que va todo el mundo, cuando va todo el mundo. Intento buscar proyectos que sean un poco diferentes y a sitios que no están de moda o masificados. Muchas veces, ahora que los ochomiles que están de moda y va mucha gente, pues no me llama la atención. Prefiero ir a otro tipo de actividades o a montañas más bellas.

—¿Qué es lo que hace más bella a una montaña?

—Llega un momento que a mí lo que me atrae de las montañas es su belleza, esas montañas de líneas afiladas, esbeltas, que dibujaría un niño. Aquí no importa tanto la altura, sino más esa faceta de la estética de la montaña.

—Pero es algo subjetivo.

—Efectivamente. A cada uno le puede parecer más o menos bella una montaña, pero sí que hay unas líneas que son las que dibujaría un niño, como te decía, de montañas esbeltas y afiladas. Este verano he hecho una actividad que son escaladas en el mar, torres que salen del mar en Escocia y solo tienen 130 metros de altura. Pero ahí lo que buscas es otra coas, son lugares increíblemente bellos, en sitios donde no va casi nadie.

—Profesionalmente se ha dedicado a fotografías y filmar esas bellas montañas.

—Yo trabajé muchos años en el programa de "Al filo de lo imposible" e hice muchas filmaciones en una época en la que no había cámaras que pudieran subir ochomil metros. Yo me encargaba de filmar en altura, junto con otros compañeros.

—Es una dificultad añadida a cada ascensión.

—Lo que pasa que lo tomas como un trabajo. Hoy en día es más fácil, con las microcámaras que no pesan nada y las cámaras digitales. En los años noventa, grabábamos con cámaras de cine que pesaban siete u ocho quilos, había que enhebrar la película, la película se velaba ... sí que era una dificultad añadida, pero no lo veíamos como tal. De alguna manera a nosotros nunca nos han pagado en televisión por subir una montaña, sino por filmar y contar una historia. Era parte de nuestro trabajo.

—¿Con quién comparte ahora sus experiencias en la montaña?

—Cada vez, durante muchos años hemos sido un grupo de amigos que hicimos el programa "Al filo de lo imposible", pero claro, te vas haciendo mayor y cada vez es más complicado encontrar amigos. Así que empecé con los hijos de los amigos, ahora ya casi estoy con los nietos, y se me da bastante bien convencer a los jóvenes de proyectos diferentes. Muchas veces me aprovecho de ellos, es verdad, yo pongo mi experiencia, yo me invento un proyecto y luego, si la cosa se pone muy difícil, les digo que tienen que subir ellos, porque es ley de vida.

—¿Cree que los alpinistas tienen una mayor capacidad de sufrimiento?

—Pues no lo sé, quizás es una capacidad mayor porque de alguna manera son actividades duras, que te exigen un sacrificio, un esfuerzo físico y la naturaleza siempre está por encima de nosotros. Cuando las condiciones se ponen muy duras pues los seres humanos no somos nada, somos una hoja que se lleva el viento. De alguna manera, sí que los jóvenes siempre están preocupados por la preparación física, el entrenamiento. Pero con los años aprendes que hay una cosa que es difícil de entrenar que es el sufrimiento, la capacidad de sufrir. Y eso es importantísimo. En determinadas montañas es más importante que el grado de dificultad que vas a escalar ser capaz de estar siete días en una tienda de campaña, viendo que como no deje de nevar, se va a acabar el gas y la comida y no vas a salir nunca de allí. La primera vez que pasas un vivac una noche que no has planificado, lo pasas fatal. Pero cuando lo has hecho treinta veces, pues te sientas y dices bueno, a ver qué tal lo vamos a pasar hasta que amanezca. Creo que la experiencia te hace adquirir más capacidad de sufrimiento.

—Ha pasado por experiencias muy duras en la alta montaña, ¿hay alguna que no repetiría?

—Las cosas es muy difícil cambiarlas. Hemos elegido un tipo de vida que conlleva unos precios. He perdido varios amigos, demasiados, quizás, y no merece la pena. Como no merece la pena perder una uña, o un dedo de la mano por subir una cumbre. De alguna manera, hemos elegido esa forma de vida, que conlleva este tipo de riesgos, que no los llegas a asumir, pero sabes que te puede pasar a ti y, cuando has perdido varios compañeros, sabes que tú has elegido estar allí. Yo siempre digo que lo que se supone que nos da la montaña, o este tipo de actividades, es más que lo que nos quita. Porque si no, una expedición en la que no vuelven todos, no compensaría volver jamás.

—¿Cuál es su próximo reto?

—Estamos abriendo una vía aquí al lado, en los Los Arribes del Duero, en la frontera con Portugal, Es una vía muy bonita y es una aventura preciosa porque tenemos que llegar en piraguas a donde empezamos a escalar. Y llevamos varios años, pero es que solo nos autorizan a escalar de septiembre a diciembre y el mal tiempo, los problemas, el trabajo nos hacen alargarlo en el tiempo. A ver si este año podemos acabar ya con ese reto que estamos en mitad de la pared. Y el año que viene me gustaría ir a Pakistán a escalar una montaña preciosa, una montaña que sería una pirámide perfecta, más casi que las que hicieron en Egipto.

—Otra de sus pasiones es la escritura. ¿Tiene previsto algún otro libro de sus experiencias en las montañas?

—Estamos trabajando en un cómic. Me apetecía hacer un tercer libro. El primero que hice fue de las montañas más altas de los continentes, "Las 7 cumbres"; después hice uno de mis montañas más bellas, "Historias de bellas montañas; y ahora quería hacer un cómic, aunque me cuesta mucho escribir. La idea es hacer un cómic con un amigo que dibuja, que se llama "Sueños de roca" y sería una recopilación de las más importantes escaladas de roca que yo he hecho en mi vida. De algún modo cerraría el círculo de la trilogía.