El aumento de la población de felinos tiene también otras consecuencias. La caída de las temperaturas hace que los gatos asilvestrados busquen refugio y temperaturas más altas en inmuebles abandonados y accesibles, en garajes y cocheras aprovechando la apertura de sus puertas, incluso en los bajos de los coches, en la zona del motor. Hace un año un vecino de la ciudad se encontró al entrar en su vehículo con un fuerte olor. Abrió el capó de su vehículo y se encontró un gato muerto y en descomposición alojado en un espacio contiguo al motor. Este hecho dista mucho de ser un caso aislado. El pasado viernes un vecino telefoneó al 112 pidiendo ayuda para rescatar a un gato que se había introducido en un vehículo estacionado. Eran las tres de la tarde. Le puso comida para intentar hacerlo salir previendo que si el coche era puesto en marcha el animal moriría. Al comprobar que el señuelo de la comida no funcionaba pidió la intervención de los bomberos para rescatarlo. En estas llegó el propietario del vehículo, que abrió el capó para intentar echar al animal. Tampoco tuvo éxito. El suceso movilizó a la Policía, que fue testigo de cómo el propietario llamaba a la compañía de seguros y solicitaba una grúa para llevar el coche al taller y lograr que el animal saliera. La compañía aseguradora denegó la grúa y el propietario optó por quitar una rueda. El gato, está vez sí, salió corriendo.