Si no defendemos la Fiesta de los Toros en su integridad, como arte y patrimonio universal, desaparecerá el Toro Enmaromado, pues no se concibe ésta sin toro, ni el toro sin corridas.

Y no será, creo yo, ni por las iniciativas o proposiciones de parte de alguna Candidatura Política (en la que, doy fe de que también convive alguna corriente taurina) en el Congreso de los Diputados, que han fijado el tiro ahora, en las fiestas de Benavente, además de en Coria, por su Toro de San Juan, y en Medinacelli por su Toro Embolado.

De hecho, ningún partido político concurre ahora con la erradicación de la Fiesta de los Toros en su programa. Podemos ahora, a lo más que ha llegado es a proponer una consulta sobre el asunto, y, es que: ¿alguien se imagina a la ciudad de Benavente votando en contra de su Toro Enmaromado?.

Como tampoco influirá, que, aunque solo sea por despecho, no pocos taurinos, dejen de asistir a los toros, por el "destape" de Morante de la Puebla, apoyando a un partido fascista.

La Fiesta de los Toros, siempre ha estado por encima de ideologías políticas.

La Tauromaquia seguirá siendo un Patrimonio del Pueblo, ningún partido podrá apropiarse de él, ni utilizarlo como bandera o arma política.

Pero hay una casusa, a mi entender mucho más profunda y preocupante, y es que, sin Toro Bravo no hay Fiestas en Benavente.

¿O acaso, un ovino de raza alistana, un decir, nos producirá el miedo, la fascinación y el deseo de culto que profesamos a los morlacos de los que ahora presumimos?.

Porque, el Toro Bravo, se extingue señores, y es que el imparable antitaurinismo, animado por el fanatismo animalista, no es casual, es una batalla perdida en la actual sociedad que va más allá de una revolución global, para unos, o "de la imposición de un nuevo orden moral en el mundo", como afirmó Vitorino Martín, flamante presidente de la Fundación del Toro de Lidia (FTL), el pasado mes de enero en la Comisión de Cultura del Senado.

Es un proceso natural, propio de la evolución de nuestra sociedad, y me explico:

Si analizamos la evolución de la población española en el periodo 1900-2009, hay un rasgo muy relevante, y es que, habiéndose más que duplicado la población, los cambios en las pautas de asentamiento llevaron a un fuerte proceso de urbanización, de tal forma que en 1900, solo una décima parte de la población residía en municipios de más de 100.000 habitantes, siendo este porcentaje del 40.3 % en 2009, es más: Un tercio de los españoles vivirá en Madrid y Barcelona en 15 años. Y "en 2050 el 88% de la población española vivirá en el medio urbano", según las proyecciones de la División de Población de las Naciones Unidas Naciones Unidas (ONU)

Este es un fenómeno, el de la urbanización, imparable, no solo en España, sino en todo el mundo, que conlleva irremediablemente, a la asunción por parte del ser humano de una nueva cultura, entendida esta como una "red de instintos artificiales", tal como la define Yual Noah Harari, en su obra "Sapiens, de animales a dioses", donde viene a decir que, tras la revolución agrícola, las sociedades humanas crecieron más y se hicieron más complejas, mientras que también los constructos imaginados que contenían el orden social se tornaron más refinados. Los mitos y las ficciones acostumbraron a la gente, casi desde el momento del nacimiento, a pensar de determinada manera, a comportarse de acuerdo con determinados estándares, desear ciertas cosas y observar determinadas normas. Por lo tanto, crearon instintos artificiales que permitieron que millones de extraños cooperaran de manera efectiva. Esa red de instintos artificiales se llama "cultura".

Cuando nos lideren políticos con sensibilidad artística o científica, que crean que las artes provocan emociones que son imposibles por otros medios, cuando enterremos a los actuales yonquis del poder, capaces de venderse por un puñado de votos, "cuando sea posible convencer a los actuales jefes de fila de muchas doctrinas políticas, de la superioridad de, al menos un solo experimento, de una doctrina antagonista" (como reflexiona el divulgador científico Carl Sagan), podremos creer en la emoción del toreo, porque el toreo es, tal como dijo nuestro universal Claudio Rodríguez, "sobre todo un arte".

Así pues, insisto, la batalla de los taurinos contra el animalismo, para qué librarla, cada vez habrá más gente para quien las corridas resultan un espectáculo cruento, e incluso anacrónico.

Pero nadie nos puede negar a los taurinos el derecho a emocionarnos con este arte, ni siquiera los que desde dentro, los antitaurinos de la Fiesta, pretenden extinguirla, manipulándola, mediante presuntos fraudes, cegados por la avaricia.

Si queremos mantener Fiestas ancestrales, como el Toro de San Juan, La Entrada de Toros y Caballos de Segorbe, el Toro Enmaromado de Benavente, los Espantes de Fuentesaúco, el Toro de la Vega, los San Fermines, la Saca de Soria ?y tantas otras, en las que el Toro Bravo, es el eje principal, estamos obligados a defender, difundir y promover la Tauromaquia, donde, no lo olvidemos, la base principal, son las Corridas de Toro.

La Tauromaquia, representada en las Corridas de Toro, es un Arte Universal, un Patrimonio que no podemos hurtar a las próximas generaciones, es pura poesía, que como describe Claudio Rodríguez:"?atraviesa todas las emociones humanas: la exaltación, la alegría, el asombro, el rechazo, la repugnancia. Es el arte más efímero; se ve o no se ve. Sin embargo, el aficionado no olvida jamás un detalle observado durante la corrida. Este detalle, aunque parezca repulsivo, permanece grabado en la memoria".