A carreras. Así terminó ayer la reducida procesión del Cristo Torbero de Santa Cristina, el de la Vera Cruz, por el que existe una gran devoción en el pueblo. La lluvia no permitió a los devotos disfrutar del recorrido procesional por las calles del pueblo, acompañando al venerado Cristo en un itinerario lleno de simbólicos actos.

Finalizaba ayer la novena del Cristo de Santa Cristina, la jornada más importante con un gran peso religioso. Por la mañana, misa con sermón y por la tarde, la iglesia se quedó pequeña para albergar a los numerosos devotos que no quisieron perderse el rezo del rosario, el canto del ramo de las mozas, que iban ataviadas con mantones de manila para la ocasión, y su ofrenda del ramo al Cristo.

Después comenzaron las dudas de emprender la tradicional procesión por el pueblo, por la intermitente presencia de lluvia

La encargada de organizar todo lo que tiene que ver con esta importante fiesta religiosa es la Cofradía del Bendito Cristo, con varios siglos ya de existencia puesto que su fundación data del año 1833, según explicaron algunos integrantes de la misma. Forman parte de ella casi 400 personas, no solo de Santa Cristina, también de otras localidades como Benavente. Desde aquí se trasladaron numerosas personas a participar de la procesión del Cristo Torbero, en lo que consideran una cita "ineludible" del calendario.

El comienzo de la procesión se hizo esperar. Algunos apostaban por no salir a hacer el tradicional recorrido para evitar que la talla del Cristo pudiera verse afectada por la lluvia. Algunas mujeres animaron a salir porque, aseguraban que no caía ni una gota de agua. Eran más las ganas de procesión que otra cosa, porque lo cierto es que al menos "pinteaba".

El encargado de llevar la cruz que habría el camino procesional tomó posición en el entorno de la iglesia; después un mozo llevando el ramo y seguido por las mozas que han participado en la celebración. También hubo música de una charanga para animar la celebración y seguido la talla del Cristo, portada a hombros.

La talla es portada por todas las personas que lo desean, aunque para ello entregan antes lo que llaman una "mándida", según explicó una de las vecinas, que viene a ser una donación. Habitualmente esto hace que la procesión se prolongue puesto que las paradas son constantes para permitir a todos ellos portar al Cristo. Pero en esta ocasión decidieron acortar el recorrido para llegar antes a la iglesia de vuelta. Aún así el último tramo se hizo prácticamente a la carrera porque la lluvia ya arreció y los vecinos y visitantes fueron buscando refugio. El Cristo regresó a la iglesia.