M. A. Casquero

Un año más, fieles a la tradición, los vecinos de Fuente Encalada se resisten a dejar en el olvido una de las iniciativas municipales más señeras. Los trabajos comunitarios o «facendera» se hacen pueblo cuando se comparten y eso es lo que el reducido grupo del vecindario de Fuente Encalada sigue manteniendo en la señalada fecha del martes de carnaval.

Ya son pocos porque la población se ha mermado considerablemente y aunque el registro del Padrón contabiliza 110 empadronados, buen número de ellos se encuentra en sus tareas cotidianas fuera de la localidad. Más aún, este registro censal acusa una población llena de jubilados.

Sin embargo, ello no impide a que los mayores ayuden al grupo de jóvenes y de mediana edad a realizar los trabajos previamente diseñados por el Ayuntamiento, consistentes en ejecutar actuaciones ya propias de esta época que anuncia la llegada inminente de la primavera.

Las podas de los árboles se hacen necesarias, así como las de los rosales ya con generosos brotes, la preparación del terreno de los jardines o las limpiezas de viales. Y todo eso con una convocatoria que ya es habitual en Fuente Encalada. La llamada vecinal se hace a lo grande, con repique de campanas y con algún que otro disparo de cohetes. De las campanas se encarga Pepín y de los cohetes otro experto en estas lides.

Mientras un grupo se apresta al acondicionamiento de jardines, otro provee la leña para alimentar las brasas con las que se calentará el amplio recinto de la nave municipal donde se comparte mesa y mantel tras la facendera o la yera.

Para calentar el local y para preparar las viandas, porque en este pueblo y cuando la ocasión lo requiere, se echa la casa por la ventana. Y ésta de los trabajos comunitarios es una de ellas.

Se hace pueblo y sobre el mantel no faltan peces de escabeche, ni las carnes y embutidos a la parrilla típicos de la comarca. Ni tampoco el postre, los dulces, el café y los chupitos. Ah! y el generoso caldo elaborado con los viñedos de esta tierra de Vidriales.