Los vecinos de Morales de Valverde cumplieron año más con la tradición y festejaron a San Blas con actos religiosos y lúdicos organizados por la cofradía y por la asociación cultural y micológica "Las Pozas".

Como viene siendo habitual en la programación de este colectivo cultural, se hace hincapié en retomar las antiguas costumbres y oficios de la localidad, algunos de los cuales tienen varios siglos de antiguedad. En este caso el acento festivo consistió en una cena, previa elaboración de los típicos coscarones y chicharrones del santo y también de la festividad de las Candelas.

No faltaron ni los utensilios ni recipientes más tradicionales para la elaboración a la lumbre de los dulces coscarones y de la carne picada del cerdo, «los chichos», como aquí se denominan y las tostas realizadas a base de pan de hogaza.

La caldera de cobre hizo de lo suyo para derretir la manteca del cerdo, mientras en el recipiente se ponían manzanas y las migas de pan. A fuego vivo se fue haciendo la mezcla bajo la atenta mirada de los vecinos.

Dado que el ritual de utilizar los utensilios culinarios tradicionales formaba parte del evento y de la reunión, los trozos de la hogaza fueron desmigados con un instrumento original, con una farlopa o cepillo utilizado principalmente en el cepillado de la madera, que dieron el toque antiguo y también práctico a la elaboración culinaria.

El azúcar, y en cantidad muy generosa, tampoco podía faltar en estas elaboraciones con el sabor más tradicional. «Todo calórico», como quiso resaltar una de las participantes en esta degustación entre los vecinos y devotos de San Blas en Morales de Valverde

Chichos y coscarones fueron de hecho degustados, como siempre se hacía en las casas de esta localidad del valle de Valverde. Por las Candelas y por San Blas, el santo que también se asocia a la llegada de las cigüeñas, nunca faltaron ambas viandas y no se echaron de menos en este tampoco.

De esta forma se rindió honor al santo más venerado en este pueblo que cuenta con una tradición devocional de mediados del siglo XVIII cuando en esa época se contaba ya con una cofradía dirigida por seis garroteros.

Esta denominación, la de garrotero, es debida a las varas que portan en los actos religiosos, en las vísperas, misa y procesión del aureolado representado en una talla de madera policromada con los atributos episcopales: mitra, báculo y anillo.

Los garrotes que portan los garroteros vienen coronados por una cara con la estampa del patrono y, por la otra, con la de las benditas ánimas del purgatorio.