Desde las pasadas fiestas navideñas Vicenta Prieto Santos viene recordando a sus allegados que este martes 22 de enero es su cumpleaños. Y no es un cumpleaños cualquiera, no. Es el de la abuela de la provincia, y ella lo sabe.

«Llegaré, gracias a Dios, a los 115 años», aventura riéndose esta venerable señora nacida el día de San Vicente, el día 22 de enero de 1909, en Santa Croya de Tera y desde hace seis años residiendo en Santibáñez de Tera. En la residencia, porque la rotura de una cadera desde entonces le ha dificultado su movilidad.

La señora Vicenta ha logrado desde hoy llegar a formar parte del selectivo club de longevos, de los denominados como supercentenarios. Abre la relación de una quincena de personas vivas que nacieron en España en el año 1909. Y es que 110 eneros, son muchos eneros llenos de vivencias, de recuerdos que brotan a su memoria desde muy pequeña en la casa familiar de la calle Romero de Santa Croya de Tera.

De sus ojos brotan chispas al recordar con nostalgia su época de mocedad cuando entonces por esos oídos finos penetraban los sonidos musicales del tamboril y de la gaita que le hacían vibrar las piernas. Ya no le brillan los ojos como entonces cuando atraían a no pocos mozalbetes en esas tardes de bailes. Eso si, no demasiadas, porque aunque a ella siempre le gustó bailar, las faenas en la casa le impedían marcarse unos ritmos en la plaza con motivo de las fiestas. Unas labores de la casa en la que vivía con otros siete hermanos y sus padres Agustín y Petra, le tenían a ella y sus hermanas Antonia y Emiliana muy ocupadas. «Teníamos que coser y lavar para todos», también para Marcos, Luis, Severiano, Tomás e Higinio, todos ya fallecidos, «y también hacer las faenas del campo», como refiere la señora Vicenta justificando su soltería.

Una azarosa vida con penurias, en el campo, en la casa, en la calle, pero en la casa de Agustín y de Petra siempre había algo para comer. El fogón de la cocina familiar siempre estaba encendido y con el pote al lado lleno unas veces de garbanzos, otras de alubias, de patatas y de tocino. «No pasamos hambre, pero eran situaciones malas, todo eran penurias». La hogaza de pan era imprescindible y en la casa familiar no faltaba nunca un pedazo porque para eso había artesa para amasarlo y horno para cocerlo.

Incluso las bolas dulces elaboradas con los restos de harina.

Recientemente un sobrino de esta supercentenaria ha tenido un hijo y ella ha recordado a sus familiares que tienen que darle una propina. Será esta tarde, en el homenaje que le brinden sus familiares y residentes en el centro San Tirso de Santibáñez de Tera donde llegue a conocer al recién nacido para quien se ha venido desvelando esta venerable señora poseedora de un gran corazón como grande es la generosidad que irradia de su sonrisa.

Conserva la venerable señora Vicenta Prieto Santos no pocas imágenes en su memoria que asombran a quienes la conocieron sentada en una banqueta a su puerta en Santa Croya, conversadora ella y, desde entonces, año tras año, desde que llegó a ser centenaria, le rinden un humilde homenaje.