M . A. Casquero

«A la juventud no le llama el juego de la calva». Quien esto asegura, sabe bien lo que dice. Porque es uno de los mayores aficionados de la zona en este juego autóctono.

El vecino de Santa Croya de Tera, Celedonio Villarejo García, a sus 73 años sigue manteniendo como si fuera la primera vez esa llama viva de la pasión por este juego que le ha brindado no pocas satisfacciones desde muy pequeño, tanto en su pueblo natal como en los lugares por donde ha participado en competiciones organizadas por tierras vallisoletanas o en la zamoranas terracampinas y de la comarca de Benavente. Unos encuentros con los que puede presumir de haber llevado a casa una nutrida relación de trofeos, de copas y premios «de los de comer y compartir», se refiere Celedonio Villarejo a jamones, quesos, embutidos y corderos.

Su larga y galardonada trayectoria le ha permitido encontrarse con un buen número de compañeros a los que también les apasiona el juego de la calva como al campeón nacional José Núñez, de Villageriz, o los amigos de Melgar de Tera quienes siguen pregonando este juego autóctono allá por donde van. Es precisamente el encuentro entre amigos, aficionados a la calva, la característica principal de este juego, como quiere hacer hincapié el aficionado de Santa Croya. Por ello, no duda en la necesidad de contar con un mayor apoyo institucional para este deporte autóctono. «Se corre el riesgo de que se pierda, porque a los jóvenes no les llama esto», resalta con vehemencia.

«Es en el fomento del juego de la calva, desde la base, de donde hay que partir», refiere con nostalgia recordando los tiempos en los que no había pueblo en el que no se jugara a la calva. «Porque esto es de niños, de jóvenes, de mayores».

Ya no son los tiempos en los que se sujetaba con la mano el «morrillo» de piedra, ahora casi todo el mundo juega ya con un «morrillo» o «marro» de hierro con el fin de optimizar el lanzamiento y tener entre las manos un material más práctico, ya que el de piedra se llegaba a partir.

La Federación del juego de la calva marca las directrices y características, tanto de la calva como del morrillo, el peso de éste, la distancia entre ambos elementos, etc. No obstante, en cada zona y dependiendo de los propios jugadores se varían esas distancias.

Prácticamente este juego queda relegado en los pueblos a la época estival y coincidiendo con las fiestas locales. La excepción se halla en Ayoó de Vidriales que dispone de unas esmeradas instalaciones y a las que suelen acudir, domingo tras domingo, un buen número de aficionados.