La pareja de hermanos de San Pedro de Ceque, Cristian y Francisco Sanz Lobo, los ya denominados "lobos zamoranos" por sus aventuras solidarias, lograron ayer el triunfo en generosidad y competitividad al quedar clasificados en segunda posición en la general del Rally Clásicos del Atlas, edición invernal.

Su aventura solidaria por terrenos abruptos e inhóspitos del macizo montañoso del Atlas marroquí les ha llevado a recorrer la friolera de 4.920 kilómetros, repartiendo solidaridad en forma de cariño, ropa, calzado y material escolar a los niños de las aldeas a su paso.

Desde el pasado 1 de diciembre, Cristian y Francisco Sanz Lobo emprendieron su segunda aventura solidaria por las tierras dominadas por el Atlas en un recorrido solidario a la vez que competitivo. Hicieron su periplo a bordo de su vehículo de más de 20 años de antigüedad, como fija la organización, un mitsubishi montero de 1995, con el dorsal 508, como mandan los cánones, el primer dígito corresponde a la primera edición en la que participaron y los dos siguientes el orden de su inscripción.

Precisamente su página de Facebook se denomina "508 lobos zamoranos". Un total de 23 equipos (piloto y copiloto) procedentes de distintos puntos de España participaron en la prueba con un ímpetu más solidario que competitivo.

Su misión llena de proezas por los abruptos terrenos les ha permitido a estos dos jóvenes de San Pedro de Ceque mostrar la generosidad de la tierra que les vio nacer en forma de solidaridad.

Estos dos hermanos han llegado a repartir entre los niños de las aldeas atravesadas por el recorrido un total de 220 pares de zapatos, 100 kilos de ropa , dos sacos de material escolar y bolsas de dvd´s, etc. Unos artículos y objetos donados gracias a la solidaridad de vecinos de San Pedro de Ceque y de la zona.

Es precisamente esta solidaridad llegada a manos de los pequeños de las aldeas marroquíes la que ha provocado en los dos jóvenes pilotos «experiencias inmejorables», como declaraba ayer a este diario Cristian Sanz, momentos después de finalizar el recorrido. Este joven denotaba su emoción al narrar el hecho de que en una de las etapas, en la del desierto de Zagora, los cuadernos que les habían entregado a los pequeños, se los devolvían más tarde con dibujos de cómics como Bob Esponja y otros. Así como la generosidad compartida se hacía patente al ver una niña que se encontraron cruzando un río, los dos hermanos le dieron unos caramelos y ella quiso corresponder obsequiándoles con una rana que había pescado.

Ni que decir tiene la hospitalidad mostrada por los vecinos de las aldeas a su paso. «Una experiencia inolvidable», advierten, llena de solidaridad y rebosante de generosidad compartida que ha emocionado a los lobos zamoranos.