Carlos Núñez abarrotó anoche el Gran Teatro Reina Sofía y vertió el vértigo y la fiebre de la música celta por la bombonera benaventana mientras el público contenía los pies.

El músico gallego, que acaba de regresar de la Patagonia argentina y arrancaba anoche en Benavente su nueva gira, se entregó a fondo e hizo vibrar al público benaventano al son de su gaita y de su flauta con una música repleta de ritmos atávicos, contagiosos y tan rebosante de misterio como de dulces arcanos tonales, acordes imposibles y escalas vertiginosas.

La hermandad de los celtas es el libro que Nuñez acaba de publicar después de tres años de trabajo, así que el músico vigués aprovechó para combinar el concierto con referencias pedagógicas a la música y la cultura celtas. También, como había prometido, recibió con música y compartió escenario con un grupo de gaiteros de la Escuela de los Valles que cantaron en Tierras de Carballeda.

Carlos Nuñez estuvo arropado en las guitarras por el incondicional Pancho Álvarez, su hermano el percusionista Xurxo Nuñez, y el trepidante, virtuoso y frenético violinista canadiense Jon Pilatzke, que se metió al público en el bolsillo con su humor y su divertida declaración "no Trump". Al cuarteto se sumo también la trikitilari navarra Itxaso Elizagoien.

Los efluvios celtas se dejaron sentir tanto en el repertorio más habitual como en la música del Camino de Santiago, pasando por los fandangos, o una versión para gaita de El Bolero de Ravel.