El jueves 10 de octubre de hace ahora 100 años, en el 1918, la niña María Rodríguez Blanco venía a incrementar el registro poblacional de Manganeses de la Polvorosa que por entonces era abundante llegando en los albores del siglo pasado a contar con el millar de habitantes. Muchos de ellos niños, adolescentes y jóvenes.

Aquella niña que fue bautizada en la pila de la iglesia de San Vicente con el nombre de María, era la primera de una larga prole de nueve hermanos que estaba por llegar al mundo en la casa junto al caño del Reguero. El regato que atraviesa el casco urbano, en las inmediaciones de la iglesia, y que tantos quebraderos de cabeza ha originado en algunas de las casas ribereñas. Sus padres Adolfo y Nicomedes trajeron al mundo a tres mujeres más y 5 varones. En total 9 hijos de los que María era la primogénita y quien ahora tiene el privilegio de contar en este mundo con dos de sus hermanos, con Alonso de 95 años y Francisco de 91 años.

María, tras casarse con un vecino de Manganeses, con Florentino, dio a luz a tres hijos: Nicomedes, Tarsila y Tomás. Su descendencia se extiende como un abanico sobre cuyas telas figuran los nombres de 4 nietos: Mari Trini, Lourdes, María y Luciano. Así como de 7 biznietos: Gabriel, Hugo, Alba, Zaira, Noa, Ainara y Jorge, el benjamín de la familia con 4 años de edad.

Una descendencia con la que cuenta esta apreciada señora María, la que desde ayer se ha convertido en la abuela de Manganeses de la Polvorosa. Porque ayer miércoles 10 de octubre cumplía 100 años.

Y la ocasión no era para menos para festejar la efemérides. Hasta su lugar de residencia en la calle los Silos, donde desde hace años vive con su hija Tarsila, llegaba el alcalde, Pedro Prieto, en representación del pueblo para dedicarle un reconocimiento en nombre de todos los vecinos.

La venerable abuela de Manganeses de la Polvorosa, María Rodríguez Blanco, mantiene la frescura, esa lozanía de savia joven que riñe con los años. Sus curtidas manos en las tareas agrícolas y de atender a sus hermanos menores le han otorgado el sello característico de la longevidad. De la que ahora es la venerable entre una decena de nonagenarios del pueblo. La señora María se sentía ayer mucho más feliz porque hasta su casa acudían convecinos a felicitarle. Y para el próximo 10 de octubre de 2019, ya con 101 años, espera seguir obsequiando con unos dulces y un aperitivo. Porque "la puerta de casa siempre ha estado abierta para todos los vecinos", advierte la venerable señora María.