Rastreador, el Domecq de El Montecillo, cumplió todas las expectativas e hizo honor a su nombre de perseguidor de rastros hallando el camino al matadero en 47 minutos. Muy pocos toros han completado íntegramente el recorrido, con los descansos en las tres argollas, en las dos últimas décadas: los autóctonos Santa Coloma y Contreras de Santiago Muñoz Represa, Espabilado y Espabilado II, Grillito y algún otro más, aunque con mucho tiempo en la calle estos últimos. Así que Rastreador se ha subido al cuadro de honor de la intrahistoria taurina local con la carrera de ayer por méritos propios y también ajenos, estos últimos en materia de infraestructura y regulación.

El burel de Orgaz, al que el ganadero vaticinó una puesta de largo "grandiosa" en Benavente, repartió cartas para todos los gustos. Resultó noble y bravo, pero también tozudo y avisado en ocasiones, buscando. No cejó sin embargo en la embestida siempre que tuvo el envite en suerte, y tuvo las fuerzas y la resistencia suficientes para hacer lo que toros sin encaste hacían en Benavente a mediados del pasado siglo.

Tres minutos

El descanso en un toril sellado y radicalmente aislado de ruidos y distracciones parece haber dado frutos, al igual que el nuevo mueco. Los tres enmaromadores que han vestido a este "Rastreador" emplearon tres minutos en la delicada faena de ensogarlo y a ello parece haber contribuido también el mueco estrenado el pasado año.

Rastreador saltó a la arena con potencia a las 19.30 y desfiló delante del muro de corredores de lado a lado mientras la maroma le corregía la dirección y le frenaba doblegándole el brío. Tras enfilar la carrera hacia San Antón y Matadero asustó a un corredor en esta primera recta y en apenas dos minutos se plantó en la Rúa. No hubo una carrera constante y perfecta. Tampoco las ha habido de manual en las últimas décadas, y si algún bravo ha hecho el primer tercio de forma sostenible luego se rajó y no completó el recorrido. Así que las partes irregulares de la carrera de "Rastreador" fueron un ingrediente más que no desmereció su aguante y su fortaleza, incluyendo su afición a pegarse a las paredes y entrar en el Bar Gallego, cuyas puertas abiertas y las citaciones inadecuadas invitaban al incidente.

El cuatreño, más joven que muchos de sus antecesores, pero con no menos cuajo y buena estampa, superó la querencia de la cuesta del Río con los parones de rigor, pero se plantó rehecho en Juan Carlos I y con resuello más que suficiente para enfilar la calle de los Carros al trote apretando y dando juego a los corredores.

Tampoco le hizo flaquear el desvío hacia Santa Clara (muchos toros no han pasado de este giro hacia la plaza de la Farola en años), con la querencia también de cara, y fue capaz de superar la recta hacia la segunda argolla con embestidas y parones. Que lo hiciera ya es noticia, porque en la plaza de la Farola la presión del gentío es enorme, y el astado también resolvió a su favor, llegando con la cara alta hasta la tercera argolla. Un mínimo descanso le lanzó hacia el matadero, al que entró al paso, pero con la dignidad íntegra y en 47 minutos. Habida cuenta del pasado, Rastreador sacó nota.