Rastreador, el Toro Enmaromado de 2018, embarcó, viajó desde Orgaz (Toledo) y desembarcó en Benavente sin dar un ruido. Todo discurrió como la seda, tanto en El Montecillo, dónde el comportamiento del cuatreño siempre ha sido noble, como en el trajín del viaje y de la suelta en los toriles benaventanos, dónde el bravo descansa desde ayer por la tarde blindado a los ruidos sin que los benaventanos que quieran verlo puedan hacerlo sin menoscabo pero con discreción tras la reforma de las instalaciones.

El castaño de procedencia Domecq ha puesto peso y ha musculado en este último mes. Ayer fue apartado junto a dos bureles hermanos en Toledo antes de quitarle las fundas, meterlo en chiqueros y subirlo al camión. A Benavente llegó puntual tras varias paradas en el viaje. La ventaja de las nuevas instalaciones es que el manejo de los bravos ya no está a la vista del público. Unos pocos encargados, los veterinarios y las autoridades en segundo plano estuvieron presentes en el desembarque una vez introducido el camión en las dependencias.

Hoy tres enmaromadores nuevos serán los encargados de prepararlo para la carrera, también a puerta cerrada, con mejores condiciones de seguridad por el nuevo mueco, y sin la presión del ruido exterior hasta el momento previo al enmaromamiento. En la calle una veintena de voluntarios serán los encargados de hacer cumplir la nueva ordenanza municipal que regula la carrera. La norma protege especialmente el trato al animal. Cualquier exceso, citación inadecuada o conducta temeraria puede ser sancionada con hasta 3.000 euros. La ganadería vaticina un gran toro para Benavente si se le deja el espacio suficiente en la carrera y no se le atosiga, y de eso se trata.