Cuando la imagen del Bendito Cristo de la Salud cruza el monumental pórtico de la iglesia de Fuente Encalada, los elementos pétreos de este imponente edificio cobran todo su cromatismo porque los rayos del sol del mediodía se hacen más resplandecientes.

Y ayer lunes de Pentecostés, no podía ser menos que desde hace siglos porque los devotos del Cristo de la Salvación, del Cristo de la Salud, arropaban la venerada imagen fiel testigo de tantas vicisitudes entre el vecindario.

No es precisamente la imagen del Cristo de la Salud, de trazos románicos, la que se halla entronizada en el altar frente a la puerta del templo, la que sale en procesión, sino un pequeño Crucificado de autor anónimo que ha presidido las despedidas de los difuntos hasta el camposanto y es la imagen titular de la antigua cofradía de la Vera Cruz. De la Hermandad coetánea de la dedicada a los mártires Fabián y Sebastián, ya desaparecida.

El periplo procesional enfila la calle la iglesia, la del Turco, hasta llegar a la plaza de Santa Marina donde hasta hace medio siglo todavía permanecían las ruinas de un antiguo cenobio dedicado a Santa Marina.

La comitiva continua su desfile por la calle del poeta Antonio Colinas, a la sazón hijo predilecto del pueblo y que ayer volvió a compartir un año más esta fiesta señera con sus convecinos, hasta llegar a la antigua calzada romana, la actual travesía, y regresar al templo parroquial.

Un desfile impregnado de historia como la que rezuman algunas de las calles y edificios de esta antigua localidad del valle vidrialés.

Los cánticos y rezos se suceden durante el itinerario y el Crucificado, el Cristo de la Salud, parece sentirse satisfecho.

Y para continuar con la tradición, no podía faltar la bendición del ramo de las roscas del Cristo entre el público congregado.

Un grupo de mujeres, ataviadas con trajes tradicionales, confeccionados con no menos delicados paños y bordados, así como profusión de joyas, entonaron una loa al Cristo Crucificado, al de la salvación de cuerpos y almas.

Y el párroco Miguel Hernández les daba la bendición por su buen decir y mejor hacer.