M. A. Casquero

Un nutrido grupo de vecinos de Santibáñez de Tera lograba ayer en un tiempo reducido sofocar las llamas de un incendio que hacía peligrar unas naves ganaderas.

La celeridad en los trabajos hizo que el incendio, probablemente originado entre dos caminos, no se propagase por una superficie mayor de una hectárea de terreno de monte de la zona de "las Divisicas", en las inmediaciones de la salida del casco urbano y de la carretera del valle de Valverde, en dirección a Santa María de Valverde, aunque los vecinos se temían lo peor debido a las rachas de viento que en ese momento empujaban las llamas hasta el monte. En dirección a la ganadería de vacuno.

Sobre las 13,30 horas de ayer se daba la alerta y de inmediato acudieron hasta el lugar varios vecinos y el alcalde. La coordinación parecía que se hacía por profesionales como si se tratase de una brigada experta. Provistos de palas y, sobre todo, con máquinaria pesada como una pala o un tractor con grandes arados se procuró que las llamas no avanzasen hasta la zona de encinares porque ahí se encontraba el verdadero peligro. Los encinares y las naves ganaderas.

El ganado vacuno se encontraba ajeno a la situación de amenaza en ese momento, pero la brigada de voluntarios se afanaba en roturar el terreno para dejar que el viento no permitiese avanzar aún más las llamas. Carreras frenéticas removiendo el matorral de arbustos de encinas y algún que otro viñedo viejo.

Era poco antes de las dos de la tarde y la brigada había frenado el avance del incendio porque si penetra en el monte, las naves y los animales corrían peligro pero la lengua de encinares que se extiende hasta el Bayón se vería más que afectada, como apuntaron algunos intervinientes.

El incendio se encontraba ya controlado o más bien sofocado y en ese momento aparecía el primer helicóptero del Servicio de Extinción de Incendios. Ya no hacía falta su intervención porque una gran cuba de agua de un ganadero se encargaba de refrescar el terreno quemado para que no se avivase el fuego. Al poco tiempo llegaban hasta el lugar la cuadrillas de tierra del Servicio de Extinción, pero ya no había llamas y la elevada columna de humo que poco antes se divisaba desde varios kilómetros de distancia se quedaba reducida en una nube superficial sobre el terreno quemado.

Salvadas las vacas, el monte y unas cercanas instalaciones de paneles solares. Y la improvisada brigada de voluntarios apaga fuegos estaba más que satisfecha de la faena realizada.

Eso sí, ellos solos, gracias a su rápida intervención. La de un grupo unido y coordinado luchando contra el fuego.