M. A. Casquero

En la mañana de la última jornada de los festejos del Toro Enmaromado los corrillos no hablaban de toros, sino del excesivo calor dominante durante todos estos días festivos. Y ello porque en la de ayer, el sol venía marcando su territorio hasta en las zonas sombrías. Al mediodía ya se auguraban los rigores de los rayos solares.

Pero la ciudad de Benavente seguía marcando su ritmo festivo y mientras se preparaban en el ágora central, en el punto de partida del pasacalles, los grupos de desfile, sobre las construcciones más modernas de la plaza Mayor se alzaba ya el escenario para la verbena de la noche con el grupo "los Secretos". Todo un atrezzo a cargo de un nutrido grupo de operarios.

Y el pasacalles iniciaba su marcha cuando ya se habían olvidado los doce toques del reloj de la Casa Consistorial. Un itinerario callejero enfilando la calle Carnicerías y la Rúa, aunque sorteando algún que otro obstáculo de vehículos aparcados en el acceso a la Rúa. De esos cuyos conductores argumentan estacionar "solo un momento" para comprar algo. Sin mayores percances, el recorrido seguía su curso por la céntrica calle más señera hasta rodear la iglesia de Santa María del Azogue y enfilar el periplo por Sancti Spíritus, plaza Juan Carlos I y hasta llegar a los paseos de la Mota.

Los más agradecidos, los más pequeños quienes se atrevieron a conocer más de cerca a las simpáticas figuras de los cabezudos.

En el pasacalles matinal de esta edición de las fiestas del Toro Enmaromado, en su última jornada festiva, participaron únicamente dos grupos de gigantes y cabezudos, la agrupación de la localidad vecina de Santa Cristina de la Polvorosa y la de la ciudad de Benavente con sus respectivos equipos. Agrupaciones musicales, tanto la de los gigantes y cabezudos de Benavente como la del grupo Fole Feroz se encargaron de animar el recorrido callejero hasta llegar a los pies del antiguo depósito de agua en La Mota. Allí se degustaron frutos secos y agua para refrescar el ya sofocante calor.