Un profundo cambio de imagen transformó durante una semana la apariencia de Marco Rodríguez, un empresario serio y minucioso que quería infiltrarse en su fábrica para conocer el proceso de producción de uno de los alimentos que distinguen a Zamora, el queso. Rodríguez conoció los distintos departamentos de la factoría, desde el empaquetado hasta los proveedores de leche, en una ganadería de Pozuelo de Tábara. Durante una semana, «El Jefe Infiltrado» pudo valorar el esfuerzo y la dedicación de algunos de sus trabajadores, pero también detectó fallos, incluso propios.

Uno de los personajes estelares de la noche fue Conchi, trabajadora de la llamada «sala blanca» que dio una de cal y otra de arena. Primero, se erigió en una estricta seguidora de las normas de higiene, cual si de un «quirófano se tratara». Más tarde le confesó al «jefe infiltrado», un supuesto informático madrileño que acudía a la fábrica para rodar un documental sobre la vida en las zonas rurales, que identificaba las cuñas de queso solo con olerlas y que, incluso, le gustaba comer caramelos por pura «rebeldía» contra las normas sanitarias.

Otro de los protagonistas singulares fue Nino, maestro quesero celoso de su trabajo, guardando bajo llave la receta del mejor queso. Nino recibió elogios por su profesionalidad, pero quedó en cuestión la poca afición a dar paso a su aprendiz. «¿Qué pasaría en el caso de que un día no puedas venir?», le planteó el jefe, ya en las llamadas «revelaciones del programa».

También llamó la atención «la falta de ganas y de implicación» de Manuel, un joven cabrero de Pozuelo de Tábara a quienes su padre habían decidido comenzar a legarles la actividad después del traumático sacrificio al completo de la cabaña por una enfermedad del ganado. Manuel fue cuestionado por su jornada laboral, de ocho de la mañana a once, y él mismo reconoció finalmente «aprovecharse» de la buena disposición de sus padres para incumplir sus tareas.

La experiencia le valió al jefe para tomar nota, reprender las malas acciones y premiar las buenas. Todos los empleados investigados recibieron un premio en metálico e incluso un viaje. Pero lo más sorprendente llegó cuando Marco Rodríguez reveló a Conchi que «estoy de acuerdo contigo» en que los premios recibidos por la fábrica debían ser compartidos con los empleados. «Nos iremos de fiesta una vez al año», se comprometió el primer «jefe infiltrado» del año, el estreno zamorano de la cuarta temporada del programa de La Sexta.