Esta sensación que estamos teniendo los españoles de que con la investidura del señor Rajoy se garantiza la gobernabilidad del país y se inicia una etapa esperanzadora para las expectativas sociales y económicas de los españoles es una ilusión que muy pronto, si las actitudes de los dirigentes políticos con representación parlamentaria no cambian, me temo que veremos desvanecer.

El señor Rajoy en su discurso de investidura, aunque lejos los tics autoritarios a que nos tenía acostumbrados, ha procurado dejar clara su posición de fuerza respecto a la debilidad de quienes le van a permitir gobernar. A estas alturas a nadie se le escapa que para el PSOE y para Ciudadanos la abstención, o el apoyo a la investidura, no es un ejercicio de responsabilidad política con España, sino más bien un ejercicio de supervivencia necesaria para frenar la sangría de votos que estaban sufriendo en los últimos tiempos.

Esto no es bueno para un país que necesita urgentemente un gobierno firme, estable, responsable y conciliador. Esta situación de debilidad parlamentaria convierte a los estómagos agradecidos de PSOE y Ciudadanos en rehenes del PP, más pendientes de no enfadar al jefe Rajoy para que no convoque de nuevo unas elecciones que les dejarían muy mermados, que de ser fiscalizadores o colaboradores de la acción de gobierno de una forma constructiva y eficaz.

Hay dos cuestiones que están teniendo un gran protagonismo en los últimos tiempos de manera preocupante para el devenir de la sociedad española en los próximos años, la falta de liderazgo político y la falta de respeto hacia las ideas o posicionamientos de los demás. De la falta de liderazgo político considero que ya se está hablando bastante y mientras las estructuras de los partidos no se renueven va a ser difícil que esta circunstancia se solucione.

La falta de respeto hacia las ideas o posicionamientos de los demás, fomentados por algunas formaciones políticas con el objetivo de atraerlos, lleva a radicalizar peligrosamente a una sociedad de descontentos que pueden alterar con sus actuaciones la pacífica y ordenada convivencia social.

Es preocupante que unos 200 jóvenes a "cara cubierta" impidan violentamente la entrada al expresidente del Gobierno Felipe González, que tenía previsto participar en un coloquio junto al presidente ejecutivo de Prisa Juan Luis Cebrián, en la Facultad de Derecho de la Universidad Autónoma de Madrid.

Es preocupante la convocatoria de protesta de la coordinadora 25S rodeando el Congreso por la investidura del señor Rajoy, alentada por quienes no fueron capaces de ilusionar a unos electores en las urnas.

Es preocupante que en una organización política como el PSOE, la democracia interna se vea corrompida por quienes no aceptan las decisiones tomadas libre y democráticamente en el seno de su organización.

Es preocupante que las formaciones independentistas catalanas no tengan en cuenta a la mayoría de los ciudadanos que con su voto expresaron libremente su rechazo al proceso secesionista.

Que el escenario político y social del país ha cambiado sustancialmente es una realidad, pero me temo que a los líderes políticos actuales les sobrepasa la situación. Es urgente reconducir la situación a los valores éticos de la democracia que la justifican como sistema político deseable. Valores como libertad, igualdad, civilidad, justicia, participación, pluralismo, tolerancia, legitimidad y legalidad, respeto, solidaridad y pluralismo están vigentes y actuaciones como las que he citado anteriormente, con tintes claramente fascistas y que coartan gravemente la libertad de los demás, son claramente repudiables.

La anómala situación de bloqueo institucional que hemos vivido en los últimos tiempos ha terminado, por lo menos en la forma. El Partido Popular ahora que tiene la responsabilidad de gobierno debe demostrar altura de miras y evitar la tentación de gobernar en solitario por la debilidad de quienes le están de una forma u otra mostrando su apoyo.