"Muchas, muchísimas gracias. Están todos invitados", decía visiblemente emocionada Exuperia García Arias a las puertas de la ermita de La Torre del Valle donde sus convecinos le tributaron este miércoles un homenaje. Un merecido tributo de agradecimiento por cumplir 100 años y casi coincidiendo con la misma hora de su nacimiento, hace de ello un siglo, el 28 de septiembre de 1916.

Era la tarde de este miércoles 28 de septiembre cuando a las puertas de este templo, sede del Cristo de la Vera Cruz y que actualmente también se ha convertido en el templo donde se celebran los cultos religiosos debido al derrumbe de la iglesia, se celebraba el merecido homenaje. Previamente, una misa de acción de gracias en la que participaron casi todos los vecinos llevaba a los pies del presbiterio y de su venerado Cristo a la ya venerable vecina de La Torre del Valle, a la querida "Peya", quien en todo momento estuvo arropada por sus tres hermanas. Todas ellas longevas. Anuncia de 89 años, la más pequeña, con la que vive Exuperia, y Efigenia de 98 años y Porfiria con 94 años. Sus padres Donato y Antonia procrearon siete vástagos, seis féminas y un varón y todos también fallecieron longevos. Amancia falleció con 91 y Fe con 87. El único varón, Eugenio, moría con 91 años el día de Reyes pasado y ayer mismo cumpliría 92 años.

La apreciada vecina de la Torre del Valle no para de recibir homenajes en estos días. Recientemente era el colectivo femenino de esta localidad la que le nombraba águeda mayor y orgullosa, la señora Peya, lucía la banda que le hicieron entrega por su fiesta de cumpleaños. Hasta tenía ganas de ponérsela otra vez en la mañana de ayer. En nombre de la Corporación municipal, la alcaldesa Alicia Nefzi, acompañada de concejales le hacía entrega de un ramo de flores y una partida de nacimiento. Y Peya estaba tan emocionada que no podía casi articular palabras. Incluso alguna que otra lágrima llegó a brotar de sus ojos contagiando al resto de paisanos.

El emotivo acto se trasladaba a un pequeño ágape que la homenajeada compartía en su casa, con sus convecinos de toda su larga vida en la que Peya se ha dejado querer.