Desde hoy Vicenta Prieto Santos es una de las pocas españolas con más de 105 años, lo que algunos expertos denominan como edad del recreo pleno y de la que en este país forman parte un total de 116 personas. Vicenta Prieto Santos de Santa Croya de Tera, la señora Vicenta para más señas, ha llegado a ocupar el destacado primer puesto de la longevidad en la comarca y el tercero en la provincia tras una vecina de Argujillo que en agosto cumplirá 108 años y otra de San Martín de Valderaduey que cumple 107 el mes de mayo.

La señora Vicenta celebra en esta jornada su cumpleaños rodeada de sus familiares en la residencia geriátrica «San Tirso» de la vecina localidad de Santibáñez de Tera. Un centro asistencial adonde reside desde hace unos meses a raíz de la rotura de una cadera y al que está previsto acudan varios vecinos de su Santa Croya natal para felicitarle. En la residencia «San Tirso» está previsto para el viernes día 31 rendirle un homenaje al que previsiblemente acudan muchos de sus paisanos como sucedió hace ahora 100 años con motivo de llegar a convertirse en centenaria.

La señora Vicenta se ha erigido con todos los honores en la abuela de la comarca gozando de una envidiable salud mental y física, sólo aminorada ésta por alguna pérdida de audición y la movilidad de sus piernas. Orgullosa de sentirse querida por sus familiares y paisanos asegura sentirse satisfecha al llegar a convertirse en la persona más longeva. «Soy la más vieja de todos los vecinos», decía quien nacía en el día de hoy 22 de enero, fiesta de San Vicente, del año 1909 en la calle Romero de la localidad ribereña del río Tera, de Santa Croya.

A la señora Vicenta le siguen brillando los ojos, esos en los que se fijaron algunos mozalbetes en las tardes de bailes. No muchas, porque aunque a ella siempre le gustó bailar, el trabajo en la casa le impedía marcarse unos ritmos en la plaza con motivo de las fiestas. Precisamente las faenas de la casa en la que vivía con otros siete hermanos y sus padres Agustín y Petra, le tenía a ella y sus hermanas Antonia y Emiliana muy ocupadas. «Teníamos que coser y lavar para todos», también para Marcos, Luis, Severiano, Tomás e Higinio, todos ya fallecidos, «y también hacer las faenas del campo», explicó la venerable señora Vicenta justificando su soltería.

Las labores en el campo vinieron a ocupar buena parte de cada jornada de la azarosa vida de la señora Vicenta precisamente en sus años de moza cuando sus padres instalaron una panadería en la calle Jamontes desde donde se elaboraba y se vendían las hogazas de pan de ocho libras ó 3,5 kilogramos que los vecinos adquirían a cambio del pago en especie, en trigo. Esta liquidación de cuentas se realizaba habitualmente en el mes de septiembre, después de la recolección de la cosecha. Por lo que en la casa de Agustín y de Petra sí había que comer. El fogón de la cocina familiar siempre estaba encendido y con el pote al lado lleno unas veces de garbanzos, otras de alubias, de patatas y de tocino. «No pasamos hambre, pero eran situaciones malas, todo eran penurias. No es como ahora que es más lo que se tira que entonces lo que se comía» declaró a este redactor.

En plena adolescencia, con 9 años, a Vicenta le tocó asistir a muchos entierros. La epidemia de gripe del año 1918 afectó a muchos miembros de su familia, pero la enfermedad no pudo llevarse a ninguno de ellos, si en cambio a muchos de sus convecinos. Pero la vida le deparaba de moza e, incluso, a los 40 años, el tener que acudir a la dehesa del Orcejón entre Villanueva de las Peras y Litos para sacar algún jornal con el que ayudar en casa. Vicenta seguía encargándose de los fogones como siempre lo hizo. Hasta este verano, antes de lo de la cadera, la abuela de Santa Croya se venía sentando con su banqueta a la puerta explicando a los peregrinos de la vía jacobea mozárabe sanabresa por dónde tenían que continuar su camino.