Con el propósito de incrementar la competitividad de los productos autóctonos de Castilla y León, en los últimos años, los socios de esta línea de investigación han trabajado en el desarrollo de biofertilizantes destinados a cultivos estratégicos de la región como son la alubia de la Indicación Geográfica Protegida (IGP) La Bañeza-León, el pimiento de la IGP Fresno-Benavente, la alfalfa de la variedad Tierra de Campos, el plantón de fresa y la zanahoria, todos ellos financiados por la Administración regional.

También han desarrollado dos proyectos financiado por el Ministerio de Ciencia e Innovación para la inoculación de Rhizobium en tomate y pimiento y de estas bacterias junto con endofitos en guisante y maíz, en todos los casos en sistemas de producción integrada en invernadero, informa José Pichel Andrés, de la Agencia DICYT.

Las plantas necesitan tomar nutrientes del suelo para su desarrollo, por lo que éstos van agotándose y deben reponerse con el abonado. Sin embargo, Fernando González Andrés, investigador del Instituto de Recursos Naturales y Medio Ambiente (IRENA) de la Universidad de León y uno de los responsables de estos proyectos, explica que «las plantas tienen limitaciones para acceder a los nutrientes del suelo, pues por una parte algunos se encuentran en formas no asimilables y, por otra parte, las raíces exploran solamente un determinado volumen de suelo, pero si se amplía el sistema radicular, se mejora la absorción de nutrientes y, por tanto, el rendimiento de los cultivos».

En el suelo existen multitud de microorganismos, la inmensa mayoría de ellos beneficiosos. «Cuanta mayor biodiversidad microbiana tenga un suelo, más fértil se considera», explica el investigador. Durante los últimos años, su equipo de trabajo selecciona entre los microorganismos del suelo que viven en la rizosfera de las plantas o en el interior de las raíces aquellos que son útiles como fitofortificantes, productos que favorecen que los cultivos se desarrollen y se defiendan de patógenos y condiciones adversas.

Estos microorganismos tienen diferentes modos de acción. El más clásico y explotado desde más antiguo es la fijación de nitrógeno atmosférico en las leguminosas por parte de bacterias del género Rhizobium y afines. Otros modos de acción son la estimulación del crecimiento de las raíces, mejorando la capacidad de absorber nutrientes, la conversión en asimilables de formas insolubles de fósforo o hierro, o la mejora de la respuesta de la planta ante situaciones de estrés, porque impiden la formación de la hormona del estrés, que es el etileno. Por otra parte son agentes de biocontrol, contra enfermedades. Los investigadores resaltan que un aspecto primordial de la investigación es la bioseguridad, por eso, sólo trabajan con bacterias completamente seguras para el medio ambiente y el ser humano.

Financiada por la Consejería de Educación, la investigación sobre la alubia de la vecina localidad de La Bañeza fue la primera, y por tanto la que está en fase más avanzada y ha dado importantes resultados, especialmente el desarrollo del primer inoculante con cepas de rizobios autóctonos, un trabajo que fue reconocido con un premio del primer concurso de prototipos. En la actualidad, el equipo de investigación está trabajando en biofertilizantes de segunda generación.