Un vidrialés, afincado profesionalmente en el municipio madrileño de Galapagar, ha decidido llevar el nombre de su pueblo de origen hasta las solitarias estepas mongolas desde las que en el siglo XII partieran los pastores a las órdenes de Gengis Khan hacia la conquista de China, Europa y Oriente Medio.

El miembro del club deportivo de Santibáñez de Vidriales «Vaya Valles», policía municipal de Galapar, ha pedaleado por los más recónditos lugares del planeta en su bici de montaña, atravesando el famoso desierto de Gobi, por extensas estepas, grandes valles, puertos de montaña y extensiones de nieve, durante «diez etapas en diez maneras diferentes» haciendo honor al slogan de la prueba de la I Mongolia Bike Challenge organizada por un consorcio italiano el pasado mes.

En total 1.400 kilómetros de recorrido y 14.000 metros de desnivel en las 10 etapas de una de las pruebas más exigentes del MTB mundial. Francisco Javier Almarza disputó, pedal a pedal, junto a otros 91 atletas de 11 países con lo más escogido del pelotón internacional de la BTT en la modalidad de largas distancias, una de las carreras más duras del mundo dejando el pabellón vidrialés, en este caso el madrileño, en el que figuraba, a buen altura ya que logró un nivel medio de clasificación. «El atractivo que supone recorrer parte de uno de los países más despoblados del planeta, atravesando espacios absolutamente vírgenes» ha sido el motivo por el que optó este avezado atleta vidrialés, explicó ayer a este diario Javier Almarza Acedo para el que el país mongol es «un mundo inimaginable en la Europa actual, que había conocido en lecturas y documentales y esta carrera me daba la oportunidad de realizarlo poniendo toda una infraestructura sin la cual, la experiencia me hubiese resultado imposible acometer», aseguró.

Se recorrieron cinco etapas atravesando estepas desérticas y alguna incursión en el genuino desierto del Gobi. Y otras cinco etapas atravesando las despobladas montañas de Mongolia central, a alturas superiores a 2.500 metros y con pasos por puerto de 3.000 metros.

Las etapas de desierto constituyeron un verdadero desafío físico y mental, ya que desde la primera etapa, explica Javier, «soplaba un viento constante de fuerza creciente que sumado a los 120 km de media por etapa, hacían que llegar a la meta supusiese un esfuerzo límite». El tercer día se declaró, finalmente, una tormenta de arena que obligó a suspender la etapa por la imposibilidad de mantener el equilibrio sobre la bicicleta y la falta de visibilidad.

El calor y la arena de los caminos, que se sumaban a la tortura del aire, fueron dejando paso, según se acercaba la carrera a las montañas a las piedras, el frío intenso y los desniveles de vértigo.

Las etapas de montaña, tampoco resultaron un paseo. El tiempo a esa altitud es un verdadero problema para la bicicleta. El sol, cuando sale quema de forma inclemente, sin embargo, al ocultarse, el aire que viene directamente de Siberia, provoca una muy rápida e intensa bajada de la temperatura, «maltratándote mientras pedaleas sudando y muerto de frío a 3.000 metros de altitud», confiesa.

En un país sin carreteras, todos los arroyos de montaña se pasan sobre la bicicleta, pedaleando con agua hasta las rodillas con temperaturas a veces bajo cero. Unas condiciones tan adversas que incluso una nevada obligó a la organización a suspender otra etapa ya que se cubrieron los caminos de nieve en los pasos más altos. Esta circunstancia, sin embargo, no fue impedimento para continuar con el itinerario previsto ya que todos los atletas habían acudido a Mongolia justo por eso, para experimentar los rigores de esas tierras y comprobar que podían superarlas. Y vaya si lo hicieron, desde la capital en Ulaan Baatar, en un recorrido iniciado desde la plaza de Shikbataar ante la presencia de los ministros de Turismo y de Ambiente y bajo la estatua de Gengis Khan con un desfile multicolor ondeando las respectivas banderas de cada país: Italia, España, Mongolia, Australia, Alemania, Suiza y cerrando filas Austria, USA, Polonia, República Checa y Bélgica.

Y, desde luego, en Zamora se construyen personas que son capaces de superar esas condiciones y cualquier otras como el caso del atleta vidrialés.

Los deportistas del «Vaya Valles» ya vienen dejando el nombre del Club y del Valle de Vidriales impreso en muchas Carreras, Raids, y Triatlones a lo largo de toda España. Y a partir de Mongolia, de todo el mundo. Es un club que se mueve rápido y bien como lo demuestran las actividades ya desarrolladas, y el 19 de septiembre organizó también en Santibáñez de Vidriales el Triatlón definitivo de la Copa de España de Triatlón de Larga Distancia, con una importante repercusión en este mundo que poco a poco va adquiriendo tanta importancia en el panorama deportivo español.