La organización de un pueblo para la consecución de un bien común no era algo ajeno a los habitantes de estas comarcas, recuerdan los responsables de la exposición. Las llamadas a facendera son sistemas que funcionan desde tiempos inmemoriales. Se trata de una organización en determinadas épocas del año para realizar obras en favor de la comunidad. Estos sistemas de colaboración han mantenido la autonomía de los pequeños grupos de población que dominan la zona.

«La iglesia de Pumarejo puede presentarse como la última facendera en su sentido más estricto, un modo de organización que se ha caído en el olvido pero cuyos valores no sólo prácticos sino también sociales creemos plenamente vigentes», resaltan.

La muestra realiza «una parada especial» al respecto, «no por la dificultad en la ejecución ni por ser pionera en ninguna técnica, mas al contrario, sino por la capacidad para asumir el reto de enfrentarse a un evento social a modo de autoconstrucción»

De lunes a sábado se organizaba una yera para construir el templo. Participaron 68 vecinos. «Los abuelos amasaban el cemento, las mujeres acarretaban cubos de agua, piedras y material, los más fuertes sacaban tacos de cuarcita al pie de la obra y los colocaban en los muros de fachada guiados por dos canteros de la zona conocedores de la construcción de piedra. Se organizaron cuadrillas diarias de al menos quince personas que de modo gratuito levantaron el templo en 73 días. Todo ello en días de estío cuando más falta hace la mano de obra en el campo».

Veintitrés años después, el fotógrafo Alex del Río ha retratado a aquellos hombres y mujeres que participaron en la construcción utilizando como fondo un portalón de madera del pueblo. La experiencia de aquellos setenta y tres días sería recordada por Miguel Fisac Serna (Daimiel (Ciudad Real), Septiembre de1913-Madrid, Mayo de 2006) como «...el acto social más bonito que me ha sucedido a lo largo de mi carrera profesional...».

«La identificación alcanzada entre el pueblo , el arquitecto y la obra es digna de reconocimiento y esta pasión puede aun hoy rastrearse en una rápida visita a Pumarejo, donde los habitantes hablan de la figura de Miguel Fisac con absoluta naturalidad y recuerdan con cariño las anécdotas propias de la construcción del templo», reseñan los responsables de la muestra elogiando lo que «constituye en conjunto un acto de generosidad y esfuerzo colectivo difícilmente igualable. Pumarejo. La última facendera».