Esta no es una entrevista al uso; es más bien una conversación. Una conversación corta sobre una vida larga y plena de trabajo. En su domicilio de Madrid, Laura Iglesias Romero, se esforzó el viernes por la tarde en recordar Benavente y a su familia, su etapa de estudiante, su vida en Estados Unidos, su labor como investigadora en el CSIC. «Nunca tuve buena memoria y ya no tengo cabeza», alega excusando las lagunas y los olvidos al responder cada pregunta. Las respuestas hablan con gran humildad de una vida de esfuerzo dedicado a la ciencia que acaba de encontrar reconocimiento en el nombre de un premio. Escéptica y realista, Laura Iglesias opina sobre la ciencia de aquella España pasada; sin nostalgia pero con cariño, subraya la satisfacción que le producía regresar a Benavente, la patria de sus padres.

-¿Le ha hecho ilusión que le pongan su nombre a un premio de divulgación científica de Castilla y León?

-La verdad es que sí. Yo en general no pensaba ni mucho menos en que me incluyeran en este tipo de cosas.

-¿Qué valor tiene para usted?

-El del reconocimiento, porque si no fuera por los trabajos que una ha hecho y porque se los reconocen a través de publicaciones, de citas en otras revistas de los artículos propios, yo y muchos compañeros seríamos seguramente desconocidos.

-¿Usted nació en Benavente pero con apenas unos días abandonó la ciudad?

-Así fue. Mi madre era de Villarceciervos y mi padre benaventano, como toda su familia. Entonces, cuando iba a nacer un niño, se iba a casa de las madres. Mis abuelos maternos se habían venido a vivir también a Benavente, y yo y otro hermano nacimos aquí. Pero la verdad es estuve poco tiempo. Quince días después nos trasladamos a Galicia. Mi padre había sacado unas oposiciones en Telégrafos después de haber hecho de ayo cuidando jóvenes a cambio de recibir clases de matemáticas. Pero en Galicia, creo recordar que en Vigo, vivimos por poco tiempo. Más tarde nos instalamos en León, donde cursé los estudios elementales y el bachillerato.

-¿Qué recuerdos tiene de la ciudad en sus visitas posteriores?

-Recuerdo muy bien cuando mi madre nos llevaba a pasear por la Mota a los seis hermanos. Volver a Benavente siempre me dio mucha satisfacción aunque fuera para enterrar a alguna tía o a algún familiar. Antes había llevado a mi padre en coche para que me enseñara todas las cosas de la ciudad: la casa de la calle de Los Carros, en el número 3, donde vivía, que era una casa de tres pisos muy estrecha; el castillo en el que había jugado de pequeño? Benavente siempre me gustó mucho y en mis visitas pude comprobar también como había llegado a cambiar y a progresar.

-¿Cuando completa sus estudios en León inicia la carrera en Madrid?

-Como éramos muchos hermanos, mi padre llegó en un momento que pensó que si queríamos estudiar todos en la universidad lo mejor era venirse a Madrid, y pidió el traslado. Mi padre confiaba mucho en la providencia divina y la verdad es que se nos fueron poniendo todas las cosas muy bien. Aunque algunas cosas en el momento te salían mal, es verdad que siempre la providencia te llevaba por donde estaba tu camino.

-¿Fue vocacional su interés por la ciencia o fue la providencia la que le llevó a convertirse en investigadora?

-Hubo vocación, porque así como a mis hermanos les dirigía mi padre, digamos, a mí me dejó libre. Yo elegí químicas aunque luego la especialidad es más de física o de químico-física. Al final del bachillerato me incliné por la ciencia. Además tenía una amiga leonesa y queríamos estudiar las dos juntas. En parte también fue la providencia.

-En estos días un informe europeo que valora el nivel educativo de los alumnos en cada país no deja demasiado bien a España. ¿Cree usted que se ha mejorado o progresado a nivel educativo?

-Yo creo que antes había mucho más control y la educación era mucho más disciplinada y se ejercitaba mucho la memoria, aunque yo siempre la he tenido muy mala. Yo creo que aquel modelo educativo sí era mas eficaz.

-¿Al terminar su estudios cuándo y qué la decide a dar el salto a la investigación?

-Para doctorarme en ciencias fue curioso lo que pasó. Me gustaba la química orgánica y pensaba dirigir por ahí mis pasos, pero resulta que el profesor en el que yo pensaba para orientar mi tesis y mi carrera a las mujeres no nos profesaba mucha afinidad. Y entonces cómo me había dado matrícula de honor Miguel Ángel Catalán, pues se lo dije a él. Se mostró encantado, aunque me advirtió que no podría ayudarme en nada ni tampoco esperar nada económicamente porque le habían considerado rojo; algunos tenían esa idea. El no se exilió. Trabajó en España en una y otra cosa y luego viajó a Estados Unidos. En España no teníamos aparatos para fotografiar los espectros. Él iba a Estados Unidos, pasaba una temporada allí y luego traía las placas que estudiábamos. Una de ellas fue sobre la que yo hice la tesis doctoral.

-¿Qué la llevó a dedicarse a la investigación?

-En realidad fue un camino en el que iban surgiendo las cosas. Por ejemplo, cuando fui a Estados Unidos viajé con una beca de intercambio por un año y luego allí me ofrecieron formar parte de la Universidad de Princenton y me consideraron algo parecido a un profesor adjunto en investigación, aunque allí tiene otro nombre. Luego ingresé en el National Bureau Standard que dependía del Departamento de Estado, aunque ahora tiene nombre.

-Usted llegó a Estados Unidos en un momento significativo de la historia. Investigar sobre la estructura molecular del átomo y en concreto en el campo de los espectros atómicos en plena "guerra fría" debió resultar cuanto menos importante para usted.

-De hecho los tres meses que pasé en Washington, tal vez porque pensaban que en ese tiempo no se podía hacer mucho, recibí el encargo de estudiar una parte de un espectro con nombre en clave porque la investigación era totalmente confidencial.

-¿Cuál era la situación de los investigadores en la España de los años cincuenta?

-Había muy pocos medios, aunque según para qué. En nuestro caso hacían falta aparatos muy muy costosos y entonces teníamos que ir a Estados Unidos, sacar allí las placas, y luego estudiarlas aquí.

-¿La política influyó o ha influido en que la investigación en España haya sido una asignatura pendiente o haya estado más retrasada que en el resto de países desarrollados del mundo?

-Yo en esas cosas no me meto. Es que no estoy al tanto.

-¿En cuestión de medios Estados Unidos resultó para usted la comprobación de las grandes diferencias que existían con España?

-En realidad sí. Los medios eran enormes. Porque además aquí en España éramos muy pueblerinos. Nos creíamos que lo nuestro era lo mejor. Aún hoy hay alguno que se lo cree. Y resulta que claro, allí, había muchos más medios. En realidad también se iba a Suecia, que también tenía muy buenos aparatos. Eran los dos sitios donde normalmente se iba a investigar.

-¿Cómo se produce su viaje a Estados Unidos?

-Catalán dirigió mi tesis, aunque como ya digo me advirtió que no podría esperar ninguna ayuda económica y basta que estuviera él para que no me la concedieran. Sin embargo todos los años había becas de intercambio con Estados Unidos. Yo la solicité para ir donde Catalán había estado antes. La verdad es que me fue muy bien y me ayudaron mucho.

-¿Usted iba para tres meses y cuánto tiempo se quedó?

-Pues dos años. Luego regresé a Madrid porque aunque en aquel momento me ofrecieron allí dos puestos distintos, uno en Washington, creo recordar que uno de ellos en el Instituto John Hawkins? Fue curioso, yo en aquel momento pensaba que no me importaría nada quedarme en Estados Unidos porque hay que ver lo que se ganaba, pero en el momento en que me lo dijeron, contesté ¡No! "Pero piénsalo", me pidieron. Y yo dije no, no, no tengo que pensar. Porque en realidad la verdad es que allí la vida era muy distinta. No se estilaba salir con amigas, no sé?

-¿Cómo recuerda su estancia?

-Fueron dos años de trabajo. Además de la investigación en sí tuve tiempo de sacar algunas placas que luego sirvieron para que otros estudiantes hicieran sus tesis aquí en España. Aquellos dos años los pasé investigando. En Washington siempre me pedían que me quedara trabajando allí en el verano y yo me negaba. Prefería ir Princenton en New Jersey, porque yo sabía que podía trabajar tranquilamente. "Pero si no va a estar el profesor Shelton", que era con quien yo trabajaba, me decían. No me importa pero yo puedo seguir trabajando, contestaba yo. Desde julio del 58 al verano del 60 estuve en Estados Unidos. Luego regresé a Madrid. Mientras vivió Catalán, trabajé como ayudante por amor al arte, así lo ponía en el contrato, en espectroscopia atómica. También dábamos alguna clase, siempre por amor al arte, hasta que nos dijeron que podíamos quedarnos y nos dieron a elegir entre la docencia y la investigación: investigación sin ninguna duda, respondí.

-¿Cuándo ingresa en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas?

-Pues en ese momento. Desde los años 60 hasta el año 1991 en que me jubilaron.

-¿Hubiera usted seguido trabajando en lugar de jubilarse?

-Pues mire, ya no lo sé porque las personas que habíamos preparado, tanto yo como mis compañeros, se habían ido. Ya no veíamos perspectiva ninguna en la investigación de la espectroscopia atómica. Era un tema agotado. En España y en el extranjero siempre nos dedicamos muy pocos a la espectroscopia y yo era la más joven del equipo. Mis compañeros fueron jubilándose hasta que quedé yo sóla. Fue un momento providencial porque sólo quedaba una estudiante a quien yo dirigía la tesis y ya la habían dicho que en el Consejo no tendría plaza. Se puede decir que yo cerré la puerta cuando me fui. Además en ese momento ya la investigación se derivaba hacia el láser, aunque hiciese falta conocer algo de espectroscopia atómica. La verdad es que en este tiempo no he echado de menos el trabajo. También es cierto que en mi Instituto (el de Óptica), aunque nunca me he sentido discriminad por ser mujer, sí que querían tener todo muy en regla con el dinero, aunque a la hora de repartirlo otros institutos lo recibían sin problemas.

-¿En su época había muchas investigadoras en España?

-La verdad es que no éramos muchas, éramos más bien pocas. No era muy habitual que hubiera mujeres en los equipos de investigación.

-¿En qué consiste la espectroscopia atómica? ¿Cuáles son sus aplicaciones?

-A través de los espectros se ha podido determinar la velocidad de las estrellas y de qué elementos están formadas. Hace poco visité una localidad de Madrid, Villafranca del Castillo, y ahora se da a un botoncito y sale ya el espectro; con las nuevas tecnologías se convierten enseguida en inespectrales. Lo que ha pasado es que después de la espectroscopia se ha descubierto y avanzado en el láser, algo más importante que la espectroscopia tal y como nosotros la estudiábamos. Porque además la espectroscopia se basaba en los distintos elementos químicos, iones, pero llegó un momento en que fueron limitados.

-¿De qué trabajo en materia de investigación se siente usted más orgullosa?

-Pues de cualquiera de ellos porque en realidad me dieron el premio González Martí de Física de la Real Academia de Ciencia Española por mi trabajo sobre el manganeso II. Pero vamos, no es que me gustara más que otro; era en el que trabajaba en esos momentos.

-¿En España hemos formado y tenido buenos científicos aparte de los más conocidos?

-Yo creo que sí, lo que pasa es que muchos se han ido. Y luego cuando han vuelto les han ofrecido trabajo pero a los tres años se acabó, y vuelven a irse. Luego he observado que en ocasiones se da mucho dinero para comprar tal o cual aparato a aquellos que tienen mejor verbo y se explican mejor o tienen sus enchufes, y luego esos aparatos no se usan. Eso lo he visto yo.

-¿La calidad de nuestros científicos tiene que envidiar a la de otros países?

-Hace dieciséis años que me jubilé. No tengo yo la cabeza para cosas de estas ya, pero yo creo que no teníamos nada que envidiar y es verdad que si en España hubiéramos tenido las facilidades de otros sitios pues la cosa hubiera sido de otra manera. Pero por esto precisamente, por unas cosas y otras la verdad es que yo prefiero no preocuparme ya.

Casi cuarenta años al servicio de la ciencia

Laura Iglesias Romero realizó sus estudios universitarios con becas. Se doctoró en Ciencias en la Universidad Complutense de Madrid en 1953 tras licenciarse con sobresaliente obteniendo el Premio Extraordinario. En 1964 la Real Academia Española le concedió el premio González Martí por sus trabajos con el Manganeso II. Dentro de la actividad docente fue profesora ayudante de Estructura Atómico-Molecular y Espectroscopia de la Universidad Complutense de Madrid entre 1953 y 1957 y profesora adjunta entre 1957 y 1958.

Su actividad investigadora se desarrolla principalmente en el Instituto de Opticadel Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) de Madrid, en la Universidad de Princenton, en New Jersey (USA) y en el National Bureau of Standars (NBS) de Washington D.C.. Ha trabajado experimentalmente en la obtención y observación en el laboratorio de espectros de elementos de transición de interés astrofísico y de otros elementos pesados del sistema periódico. También ha estudiado y analizado estos espectros determinando el valor de sus niveles de energía, el origen energético de sus líneas, potencial de ionización, del ión correspondiente, así de las configuraciones electrónicas teóricas y sus interacciones.

Laura Iglesias ha asistido a numerosos congresos nacionales de la Real Sociedad Española de Física; europeos (European Group for Atomic Spectroscopy) e internacionales, bien como ponente o presidenta de sesiones. Sus trabajos han sido publicados en numerosas tablas y revistas interncinales, entre ellas las prestigiosas Science Citation Index; el Journal of Physical and Chemical; Reference Data y en Published by the American Chemical Society.