Un pino piñonero común sin más señas de identidad que su altura, su diámetro y su edad, se convirtió ayer en Sitrama de Tera en el objeto de la atención vecinal. Sus señas de identidad no son escasas: tiene entre 85 y 100 años; se eleva doce metros de altura sobre la finca privada en la que está plantado, y su diámetro es de tres metros, medido su contorno a ciento treinta centímetros del nivel del suelo. El problema es que con esta envergadura, sus raíces han crecido lo suficiente como para alcanzar la finca vecina, un huerto con árboles frutales y otros cultivos.

También es este un pino piñonero con intrahistoria. Lo plantó Carlos García Bermejo, un vecino de Sitrama que falleció en el frente durante la contienda de la Guerra Civil. No lo vio crecer hasta estos días, pero algunos ancianos de hoy que entonces eran niños lo recuerdan ya en la década de los años treinta plantado en la misma calle de Las Paneras, más esbelto que ahora pero menos frondoso.

Ayer por la tarde, algunos de ellos se volvieron a asomar a la calle de Las Paneras, donde un litigio vecinal estuvo a punto, y lo sigue estando, de decidir el futuro de este ejemplar de "pinus pinea". Una máquina de extraer grava citada para la ocasión estuvo a punto de ejecutar la tala o arranque del árbol, aunque finalmente no se produjo tal desenlace.

El problema es que las raíces del pino han traspasado subterráneamente las lindes de la finca, propiedad de una vecina asentada en Santibáñez de Tera, extendiéndose al terreno contiguo. El colindante, propietario del citado huerto, ha puesto el asunto en manos de su abogado alegando que el árbol no cumple con los límites que contemplan las ordenanzas y causando daños en sus cultivos.

De momento el árbol no ha sido derribado, aunque el litigio vecinal podría llegar a los tribunales. Entretanto superó la jornada de ayer erguido como lo plantaron, según atestigua el biólogo José Ignacio Regueras en su trabajo "Arboles y bosquetes singulares de la comarca de Benavente", procedente de la Vega del Eria. «El plantón que dio origen a este gran pino fue traído de Morales de Rey», afirma el biólogo benaventano que en febrero de 2002 certificaba como bueno su estado de conservación y calificaba de «monumental» su categoría en un trabajo publicado en Brigecio, la Revista de Estudios de "Ledo del Pozo".