Un año más, somos menos. Zamora volvió a perder más de un 1% de su población durante el último ejercicio, una cifra insostenible para cualquier territorio que quiera mirar hacia el futuro con esperanza. Esta vez, la caída se situó en 1.863 vecinos; es decir, de 170.588 a los 168.725. La provincia va cumpliendo así los presagios del Instituto Nacional de Estadística, que auguró una pérdida cercana a los 30.000 habitantes en los próximos quince años si la tendencia seguía siendo la actual.

En ese sentido, los diferentes datos publicados a lo largo de este ejercicio permiten detectar los grandes agujeros por donde se escapa la población de la provincia. En ese punto, destaca especialmente el saldo vegetativo de Zamora, que castiga especialmente a los territorios rurales. Con las últimas cifras en la mano, correspondientes al final de 2020, los municipios de menos de 10.000 habitantes de la provincia cerraron el curso con 349 nacimientos y 2.039 muertes. Dicho de otro modo, en estas localidades, por cada niño que vino al mundo, otras seis personas lo abandonaron.

Este ritmo provocó que los citados territorios acumularan un saldo negativo de 1.690 vecinos sin contar con el balance migratorio. Huelga decir que el conjunto de entradas y salidas no sirvió para tapar este socavón demográfico.

Además, aunque la situación del medio rural es más grave, Zamora y Benavente tampoco están para tirar cohetes. La ciudad cerró el año con 339 nacimientos y 886 muertes, un balance negativo de 547 personas que ahonda en la realidad de un municipio que hace tiempo que dejó de ser el sostén de la población para convertirse en parte de los damnificados por la caída demográfica. La segunda localidad por número de habitantes tampoco se libra, y pierde 151 vecinos en el saldo vegetativo tras ver 104 alumbramientos y padecer 255 entierros a lo largo de 2020.

Con todo, el Instituto Nacional de Estadística estima como consolidado el dato de 792 nacimientos y 3.237 muertes durante el año pasado en Zamora. Como se puede comprobar, las cifras de la capital y de Benavente reflejan una caída más sostenida, pero también sintomática de lo que es un territorio abocado a atraer población joven si quiere cambiar su realidad.

Esas cifras de elevada mortalidad y escasa natalidad vienen provocadas también por el elevado índice de envejecimiento de la provincia, que presenta la media de edad más elevada de España, por encima de los 51 años, según las cifras oficiales del INE. Más de un 30% de los vecinos de la provincia supera los 65 años y, dentro de ese grupo, más de un tercio son octogenarios.

Esto, en la visión general de la provincia, pero los territorios rurales presentan panoramas que convierten su recuperación en una quimera. No en vano, hay determinados municipios donde no hay prácticamente ni una persona en edad de tener hijos, y lugares profundamente envejecidos y masculinizados en los que solamente la llegada de la inmigración puede favorecer el nacimiento de nuevos niños y el consiguiente florecimiento de un futuro esperanzador.

Fuera de los casos más sangrantes, también hay que recordar que esta es la provincia con menor número de municipios de entre 2.000 y 20.000 habitantes. Son solo tres, Benavente, Toro y Morales del vino. Además, el último ni siquiera se tiene en cuenta en esta estadística, al pertenecer al área urbana de la capital, mientras que los otros dos han perdido habitantes en la última década.

Este escenario viene como consecuencia directa de una caída sin red que ha provocado una proliferación de los municipios de menos de 500 habitantes y una merma constante de los pueblos que alcanzan las cuatro cifras. En su momento de esplendor, Zamora llegó a tener trece localidades de entre 2.000 y 20.000 habitantes.