En enero, la borrasca Filomena helados nos dejó y más tarde el exclusivo toque de queda de Castilla y León a las ocho de la tarde nos encerró.

En febrero, el deshielo, como la pandemia, nos desbordó. En el segundo mes del año, la hostelería ante el temor a la ruina estalló y la prohibición de la caza del lobo el Gobierno anunció. El confinamiento perimetral se levantó y la movilidad se amplió, aunque eso sí, solo entre las provincias de Castilla y León.

En marzo, una trama de corrupción de la empresa encargada de Parques y Jardines un millón de euros nos defraudó. La muerte por coronavirus del doctor Juan Sánchez Estella, primer médico en activo de Zamora que fallecía por COVID, nos tocó. La suspensión temporal de la vacuna con Astrazeneca nos trastornó con tanto ahora sí, ahora no, y el interior de la hostelería, además de gimnasios y centros comerciales, reabrió.

En abril, el premio de las Artes al genio de Coomonte nos inspiró. En mayo, el mundo de las letras enlutó por la muerte del poeta Jesús Hilario Tundidor. En abril, nos quedamos por segundo año consecutivo sin Pasión.

En mayo, el recinto ferial Ifeza como vacunódromo abrió y el día 9 al estado de alarma y al toque de queda por fin les dijimos adiós.

En junio, tras quince meses parado, el tren madrugador volvió. Continuamos con la desescalada, bajamos a nivel 1 y 2 y el ocio nocturno resucitó. El espíritu de las Ferias y Fiestas de San Pedro a medias regresó y la mascarilla en el exterior dejó de ser una obligación. Durante un fin de semana, la población joven, —o mejor dicho no vacunada—, se contagió. La variante Delta aterrizó y la quinta ola comenzó.

En julio, la Aldehuela a ajo olió y con el de San Marcial, Unai Simón, España vibró. La joven taekwondista Adriana Cerezo, con raíces en Fuentespreadas, la primera medalla de Tokio logró. El Zamora CF ascendió. La ola de calor apodada como “bestia africana” nos asfixió. Una tubería en Campo de Marte reventó. ¿Y fiestas sí o fiestas no? Los pueblos de Zamora se replantearon su celebración.

En agosto, el precio de la luz se desmadró. El vaciado del embalse de Ricobayo nos secó y al mismo tiempo nos encendió. La Zamora rural a la calle se echó en protesta de la falta de atención: ataques de lobos, macrogranjas, sanidad, educación, despoblación...

En septiembre, la fiesta volvió y el curso presencial se retomó.

En octubre, la Casa de Zamora en Madrid se reinauguró. Monte la Reina se rearmó. Un coche contra una columna en Puebla de Sanabria se empotró. Y a Elvira, la abuela de Pajares de la Lampreana, Modric conquistó.

En noviembre, el sector lácteo se rebeló y el proyecto de la Biorrefinería de Barcial del Barco se paralizó.

En diciembre, una estrella Michelin en el Lera se encendió. El AVE hasta Sanabria y Galicia voló. Mañueco a las urnas para el 13F nos convocó. Y, por último, ómicron apareció. A llevar de nuevo la mascarilla también en el exterior. Pero, “¿Otra vez miedo? Ya es suficiente”, que diría Tundidor.