Ya se van los pastores a la Extremadura?". Cuando tras más de dos horas y media de concierto, Joaquín Díaz tomó el micrófono sobre el escenario del Teatro Principal y pronunció las primeras estrofas del popular tema, el homenaje al etnógrafo zamorano se convirtió en histórico, además de mágico. Sobre la tarima se citaban artistas consumados -algunos de ellos con más de tres décadas de carrera musical- pero para la mayoría, era la primera vez que escuchaban a Díaz cantar en directo.

No era casualidad. Joaquín Díaz dejó los escenarios en 1976 por una especie de fobia hacia su imparable popularidad. Un rechazo que él mismo escenificó este domingo, pidiendo al auditorio del Principal -puesto en pie y emocionado- que parara de dar palmas. "He estado a punto de hacer como Bellido Dolfos, marcharme por el Portillo de la Traición", bromeó. Había una silla en mitad de la escena junto a un micrófono, la misma que simbolizaba la figura del etnógrafo en las proyecciones de la pantalla, pero cuando Luis Antonio Pedraza le ofreció sentarse, Joaquín se negó, no quería tal protagonismo. Y se hizo a un lado. Pero no rehuyó la canción: no podía, pero tampoco quiso hacerlo. Con el público entregado y los músicos con la partitura preparada, Díaz decidió romper un silencio de cuarenta años.

Para quienes hemos seguido su trayectoria desde niños -en mi casa comenzamos a enamorarnos de su voz pulcra con apenas diez años, gracias a las cintas de casette que trajo mi padre a casa- el momento era, más que emocionante, casi ficticio. No podíamos creer lo que estaba pasando. En los últimos quince años, he entrevistado a Joaquín en varias visitas a Zamora y siempre le pregunté acerca de su renuncia a los conciertos. Sus respuestas, incomprensibles para un devoto de su figura, no hicieron sino incrementar mi frustración personal. Pero este domingo, Joaquín alejó los fantasmas para siempre y con una sola canción colmó las ganas de escucharle cantar acumuladas desde niño.

Cuando acabó la canción, terminó el guión. No había ya nada más preparado. Pero el público estaba aún sediento: "Otra, otra", coreaban. Como en los conciertos de los sesenta y setenta, cuando "enardecía" a la gente con temas como "El frente de Gandesa" o "Carretera abaxu va". Y se obró el milagro. Otro prodigio de la música, Amancio Prada, ordenó que siguiera la fiesta? y apareció lo sublime. Joaquín y Amancio hicieron de la metáfora, la realidad. Juntos encabezaron la segunda versión de "Ya se van los pastores", "yéndose", literalmente, por el pasillo hacia el vestíbulo del Principal.

Fue improvisado, sí, pero también muy simbólico. Los músicos se convirtieron en los pastores trashumantes que dejaban la sierra soriana "triste y callada" en busca de pasto para su ganado. Como el recopilador, que busca a sus informantes hasta en el último rincón de las zonas rurales para extraer el "oro" musical en peligro de extinción.

En el hall del teatro terminaba una noche para el recuerdo, irrepetible ya. Son tantos los factores, las coincidencias, el esfuerzo, la fortuna? que jamás habrá segunda parte. El domingo fue la noche en que Lucía Gonzalo se atrevió a entonar "Dime ramo verde" con una guitarra eléctrica, El Lado Oscuro de la Broca protagonizó una de las actuaciones más sorprendentes con su potente versión de "El frente de Gandesa", Diego Rubio enamoró con su destreza en la marimba, la Banda de Zamora se metió al público en el bolsillo con la melodía de "La Concha" y Camerata Primo Tempo se superó en un escenario que causaba respeto.

También fue la velada en que Natalia Zapatero sintetizó la elegancia del piano, Luis Delgado y César Carazo trajeron la alegría de la Navidad, David Huerta renovó la vigencia de la dulzaina, María Salgado ofreció junto a sus músicos detalles de su categoría, Kepa Junkera demostró por qué es uno de los mejores del mundo al acordeón y Jambrina y Madrid, que son imprescindibles en cualquier cita zamorana con el folclore.

Y fue la gala en que La Musgaña probó que la sencillez no está reñida con la mejor música, los hermanos Tejedor se trajeron la frescura de la pandereta y la gaita del norte, Luis Santana convenció con la versión lírica de "Tío Babú", y David Rivas y Luis Antonio Pedraza bautizaron la preciosa pieza "Para Joaquín" con sobresaliente. Y Amancio? ¡Ay Amancio! De la clase magistral de interpretación con el romance de "El enamorado y la muerte" al estreno de "Por los puentes de Zamora". Amancio llenó con su voz todo el Principal nombrando en voz alta, reiteradas veces, a Zamora, esa de la que todos estamos orgullosos. Y también Joaquín Díaz, mudo de la emoción porque esta tierra "le dejara nacer" en sus confines.