La toresana María Salgado es una de las principales embajadoras de la música zamorana. Su producción discográfica habla por sí sola, de las canciones tradicionales a las habaneras y los boleros. Fue Joaquín Díaz quien la descubrió y lanzó al ámbito profesional y ahora se lo agradece con un espectacular y sensible vídeo de una canción sefardí que hoy estrena LA OPINIÓN-EL CORREO, dentro del homenaje al etnógrafo zamorano.

- ¿Cuáles fueron sus primeros pasos en la música?

-De una manera fortuita, jamás imaginé que iba a cantar en público y grabar discos. Un amigo, el periodista Carlos Blanco, me dijo que me presentaría a Joaquín Díaz. Entonces tenía unos veinte años, eran los tiempos de las pre autonomías y me interesaba defender mi tierra. Preparé una canción de cuna, del maestro Agapito Marazuela, y unas rogativas. Joaquín me escuchó y llamó a casa. Me propuso grabar en el disco "El calendario del pueblo", cantar las tradiciones a lo largo de los meses. Así que participé en aquel trabajo, de una de las mejores discográficas, Movieplay.

- Así que entró por la puerta grande en este mundo.

-Por la puerta grande, totalmente. Soy tímida, no tenía experiencia y no había pisado en mi vida un estudio de grabación. Después hicimos otro trabajo, aquel mismo año de 1977, "Recuerdo y profecía por España", que tuvo mucha repercusión, lo ponía mucho el Loco de la Colina. Cantaba mano a mano con Joaquín, con poemas de su hermano Luis.

- ¿Cómo se enfrentó a la situación de cantar en público?

-También por la puerta grande: en el Polideportivo de Valladolid, ante 5.000 personas. En el escenario, Agapito Marazuela, Joaquín González? y yo. Yo veía a tanta gente?

- ¿Muchos nervios?

-Me sentía como en el circo de los leones.

- ¿Cómo evolucionó su carrera musical?

-Con Joaquín hicimos el segundo "calendario", un disco de canciones de boda, mi primer trabajo en solitario "Canciones de amor y de trabajo", íntegro sobre el cancionero de Marazuela. Después vino "La última dama", con poemas de Luis Díaz. A partir de ahí, me fui por otros derroteros. Me gustaban las habaneras y los boleros, lo que dio como fruto el álbum "Mirándote", que grabé en Madrid con Nube Negra, una de las discográficas punteras del momento en músicas étnicas. Allí grababa gente latinoamericana, africana, europea? A Manuel Domínguez le gustó mi propuesta de habaneras castellanas y lo sacamos. Fue un salto importante.

- ¿Cómo ha sido la relación con su tierra, con Toro y con Zamora?

-Lo primero es mi tierra. Siempre digo que soy toresana. Conocí mucho la tradición zamorana a través del Consorcio de Fomento Musical, a Pablo Madrid y a Alberto Jambrina, que tienen trabajos maravillosos. En cada disco siempre hay un tema zamorano, un legado con una riqueza enorme. Siempre canto en los conciertos "El sol se va poniendo", de la parte de Sanabria, que es una joya de letra y melodía, y Zamora tiene muchas.

- ¿Qué le parece el panorama actual?

-Creo que hay grandes grupos y opciones de rescatar y tratar el folk. Me gustan mucho cosas que están haciendo cosas, los dulzaineros, los grupos de siempre. Hay un estamento firme, compacto.

- Quizá el próximo día 3 de diciembre sea el momento de reivindicar el buen estado de salud de la música tradicional?

-Por supuesto, la música tradicional, aunque una parte se haya perdido, tiene mucho recorrido. Ha habido muchos maestros y músicos que han recopilado canciones importantes y eso ya queda para siempre. Hay gente joven con otras propuestas que tienen mucho futuro.

- ¿Le apetece dirigirse a Joaquín, su maestro?

-Claro. De su mano empecé, entre en el mundo de la música y me abrió todo un mundo maravilloso. Siempre le estaré agradecida, es un hombre inteligente, respetuoso, sabio. Todos le estamos agradecidos.