La llegada del cinematógrafo a la ciudad de Zamora se hizo esperar. El 28 de diciembre de 1895 el invento de los hermanos Lumière se presentó en París. Unos meses más tarde, en mayo de 1896 se presentó en Madrid; y en septiembre llegaría a las ciudades de Valladolid y Salamanca, donde fue presentado a la sociedad castellana.

No fue hasta el 11 de septiembre de 1897 cuando se presentaría en el Teatro Principal, el llamado entonces Kinetógrafo o Kinetoscopio, como bien relata EL CORREO DE ZAMORA en su edición de ese mismo día: "En el Teatro Principal se dará a conocer esta noche el kinetógrafo, espectáculo que ha causado la admiración en todas la ciudades". Sin duda fue la primera vez que se exhibían imágenes en movimiento, aunque no como las conocemos ahora. El kinetógrafo era en realidad un artilugio individual en el que el espectador, tras introducir una moneda, disfruta de imágenes en movimiento, introduciendo tan solo, su ojo dentro de un ocular.

En la ciudad de Zamora, que por aquella época, contaba con 16 mil almas, el invento vino acompañado de la Segunda Revolución Industrial finisecular que estaba aconteciendo también a Europa y España. Las clases burguesas y aristócratas fueron las que en primer lugar pudieron disfrutar del espectáculo cinematográfico, gracias a su curiosidad científica.

Como otras ciudades españolas, lo que hoy conocemos como cine se implantó en la sociedad a través de las barracas y las ferias en las que se exhibía el prodigioso invento. Al contrario que el kinetoscopio, el cinematógrafo podía disfrutarse colectivamente, lo que hizo que triunfara en cada una de sus primeras proyecciones. Históricamente coincidió con el fin del imperio colonial español: Cuba, guerra contra Estados Unidos, la independencia de Puerto Rico o la pérdida de Filipinas.

A principios de 1898 la Compañía Hispano Imperial Japonesa fue la primera en proyectar el conocido como Cinematógrafo Lumière en el Teatro Principal. Más tarde, los empresarios Márquez y Acevedo, fueron quienes filmaron el 4 de febrero de ese mismo año, la Salida del tren en la antigua Estación, hoy desaparecida. En las crónicas de esa época se invitaba a las «señoritas distinguidas de la aristocracia zamorana para que posaran en la grabación». La cinta fue presentada el día 7 en el Teatro Principal y en las que se contaron por llenas las sesiones de los cuatro días que duraron las proyecciones.

En esa Semana Santa, los mismos empresarios filman en la Plazuela el Hospital (hoy Plaza de Viriato), las procesiones de la Santa Vera Cruz y del Santo Entierro. También se captaron fotogramas del desfile de la Cofradía de Jesús Nazareno aunque el sitio elegido por Márquez y Acevedo fue la Plaza Mayor, bien entrada la mañana. Los cuadros, como se llamaban en esa época a las imágenes captadas por el cinematógrafo, fueron proyectados el Domingo de Resurrección en el Teatro Principal, con mucha afluencia de público. Tras el éxito alcanzado por estas filmaciones, el Seminario Conciliar solicitó a dichos empresarios que captaran unas tomas de la zona. Pasada Semana Santa, otro empresario, Raimundo Mas, se instaló con su Cinematógrafo en la Plazuela del Hospital. Lamentablemente ninguna de estas imágenes se conservan en los archivos y filmotecas.

Durante esos primeros años de infancia del cinematógrafo en nuestra ciudad, eran muchas las informaciones que El Correo de Zamora, narraba sobre las sesiones que se ofrecían en el Teatro Principal y en el Cinematógrafo de Raimundo Mas. Este último aprovechaba las fiestas de Botiguero [anteriormente llamada Botijero], para ofrecer películas importadas de París.

Aunque se proyectó en 1901 la historia de Aladino y la lámpara maravillosa en el Salón del Círculo Colombiano, no se tuvieron noticias de ningún cinematógrafo más en la ciudad, hasta 1903. Sin duda el espectáculo era visto por unos pocos privilegiados. En ese año El Correo De Zamora informó de que en la Comisión del 25 de febrero en el Ayuntamiento, se le había autorizado a don Isidro Pinacho García, la instalación de una barraca para exhibir un cinematógrafo, situado en el Corralón del Hospicio (lugar donde se levanta el Teatro Ramos Carrión en la actualidad). Fue en ese momento cuando la clase obrera y trabajadora pudo admirar las imágenes fantasmales que salían de la oscuridad.

Contemporáneo al de Pinacho recaló en Zamora el cinematógrafo Royal Kosmograph, cuyo empresario, Sanchís, pagó 150 pesetas por permanecer un mes en la capital. Allí se proyectaron imágenes de la Coronación de Alfonso XIII en Madrid y sus fiestas; y la archiconocida película de George Mèliés: Viaje a la Luna. La barraca, como narra El Correo, poseía asientos muy precarios que se rompían con facilidad y se encontraba en condiciones bastante malas. No tenemos datos de los precios de esas entradas, pero según cuentan los historiadores cinematográficos, en otras ciudades españolas, el cine estaba al alcance de todos pero en condiciones bien distintas.

Fueron años en que los dos cinematógrafos, Pinacho y Sanchís, junto con el del Teatro Principal estuvieron presentes en la sociedad hasta enero de 1906, fecha en la que Pradera, empresario vallisoletano que poseía en dicha capital castellana, el Salón de su mismo nombre, sito en el Campo Grande, recaló en Zamora con su cinematógrafo ambulante. Pradera proyectó cuadros del Lago y vistas generales de Ginebra y Un viaje a Suiza, durante la Feria de Botiguero. En el Corralón del Hospicio, no sólo se proyectaron imágenes del extranjero, el empresario pucelano aprovechó la ocasión y tras filmar algunos planos, estrenó la Jura de Bandera de los reclutas incorporados en el Regimiento de Toledo, el Batallón Infantil y Vistas de Zamora, que contaron con gran afluencia de público. Lamentablemente esas cintas también han desaparecido.

En el último tercio de 1906, otros empresarios alquilaron el terreno conocido como Corralón del Hospicio. Primeramente fue Primitivo Vidal quien pagaría diez pesetas al día por instalar su barraca en el mes octubre. Después fueron los socios Agar y Minuesa los que alojarían su cinematógrafo, llamado Palacio Luminoso, en el mismo lugar. Los periodistas de la época califican de gran pureza las imágenes de dicho cinematógrafo, así como la poca oscilación entre fotograma y fotograma, que hacía que se apreciaran las vistas con mayor nitidez para los espectadores.

Por aquella época, finales de 1906 en la calle Cárcaba, hoy Costanilla, el empresario Pinacho se instaló con otro cinematógrafo.

Pasadas la navidades y bien entrado 1907, el Palacio Luminoso se trasladó del Corralón del Hospicio a la Costanilla, donde se ofrecían dos funciones, de tarde y noche. Las películas que se proyectaban poseían ya una mayor duración y novedad, lo que atrajo a numeroso público por aquel entonces. El hueco que dejó vacío el Palacio Luminoso en el Corralón del Hospicio, lo ocuparía un mes después, en marzo de 1907, Ramón Pradera que combinó las proyecciones con actuaciones de transformistas. Incluso comenzó a proyectar películas coloreadas tan de moda en aquella época por la industria Pathé. El público zamorano no respondió como se pretendía a esas novedades, lo que obligó al empresario vallisoletano a bajar el precio de las localidades: Diez céntimos la entrada general y 25 céntimos la de preferencia, precios muy similares a grandes ciudades como Madrid o Barcelona (15 y 25 céntimos).

El cinematógrafo fue también motivo de causas solidarias, tal y como refleja El Correo de Zamora en su edición del 15 de abril. El diario informaba de que el Ayuntamiento y el dueño del Palacio Luminoso habían acordado que toda la recaudación del día de la taquilla, fuera destinada a los pobres de la capital. A esta iniciativa contribuyó también Pradera, cerrando su barraca, para que el público acudiera masivamente a la competencia, lo que hizo que el Palacio Luminoso recaudara 282 pesetas con 60 céntimos.

A finales de mayo los dos cinematógrafos emigran a otras ciudades, hasta que bien entrado el verano, Manuel Tola, vecino de Zamora, instaló un cinematógrafo en el Patio del Hospicio. Este contaba con una gran sincronización entre las imágenes y un fonógrafo que amenizaba las veladas con música y efectos. A finales de 1907 el empresario Práxedes San Vicente que gestionaba el Teatro Principal, solicitó la instalación de un cinematógrafo para ampliar la oferta de espectáculos que poseía el Coliseo.

No tenemos noticias sobre el cinematógrafo en la hemeroteca de El Correo de Zamora en el año 1908, pero sí por otros medios, sabemos que el llamado Pabellón Internacional recaló en el patio del Hospicio y que recaudó fondos para la Banda Municipal de Música y diversas Cofradías de la Semana Santa.

En los primeros días de 1909, el Ayuntamiento incluyó en su programa de fiestas, la proyección de películas, gracias a un cinematógrafo instalado en la Casa Consistorial y en el que se estrenaron filmes tan significativos como La Pasión del Señor o Sansón.

Durante febrero y marzo de ese año, el Cinematógrafo Internacional Les Valery´s recaló en la capital con motivo de la Feria. El lugar elegido fue de nuevo, el Corralón del Hospicio y los filmes eran producciones de la Gaumont Film Company, una compañía francesa que en sus inicios comerciaba con aparatos cinematográficos, pero que pronto comenzó a producir cortos para promocionar su proyector de cámara. Fue la pionera en la producción cinematográfica y tuvo una gran presencia en el panorama audiovisual europeo entre 1905 a 1914, gracias a la creación de sus estudios: Cité Elgé, en la localidad de La Villette, situada al noroeste de Francia.

Las sesiones del Cinematógrafo Internacional eran amenizadas gracias al charlatán, Enrique Sanz, el cual anunciaba con su viva voz, las preciosas películas de la productora.

Como anécdota, el 26 de marzo se produjo un curioso suceso. El proyector sufrió un percance y dejó de funcionar, lo que hizo que el dueño de la barraca suspendiera la función con la devolución del coste de la entrada a los espectadores. Aún así, unas cuantas personas protestaron por el fin de la función e increparon al empresario del cinematógrafo.

Durante la Feria de Botiguero de 1910, José Romero y más tarde, Evaristo Ruiz explotaron la barraca del Hospicio donde ofrecían espectáculos de cine y varietés. Aunque este cinematógrafo no tuvo la expectación esperada debido a la pobreza de las películas y las representaciones, por lo que el éxito de la barraca de Sanchís estuvo asegurado. La barraca de Sanchís se ubicaba en la calle Cárcaba (actualmente Costanilla), y contaba con un gran órgano en la entrada, así como actuaciones de imitadores, cupletistas y el ventrílocuo Ariñano. Las sesiones comenzaban a las 5 de la tarde y finalizaban bien entrada la noche. No se especifica del coste de las entradas a dichas proyecciones, aunque sí que se alude a lo económicas que eran las entradas que hizo que, por primera vez, se combinara la gente del vulgo con los personajes más distinguidos de la ciudad.

Sanchís pagaba al Ayuntamiento 5 pesetas de renta cada día por utilizar dicha barraca. Por esas fechas los dueños de estos cinematógrafos comenzaron a contar con películas producidas en España. De Barcelona surgieron las cintas más importantes del país debido principalmente a que era el centro industrial más importante de España. Productoras como Barcinógrafo, Condal Films, Studio Films, Tibidabo Films, Alhambra Films, Falcó Films brotaron en el panorama audiovisual español, debido a que los países con mayor producción internacional se vieron sumergidos en la Primera Guerra Mundial. Barcinógrafo fue una de las productoras que realizó adaptaciones literarias tanto nacionales (El Alcalde de Zalamea de Calderón de la Barca o La gitanilla de Cervantes), como internacionales (Fridolin de Schiller o Los cabellos blancos de Tolstoi).

Durante 1911 el Teatro Principal ofrecía ya tres sesiones diarias de cinematógrafo y varietés: 6,30; 7,30 y 10,30.

En julio de 1912 la Congragación de Nuestra Señora del Tránsito y San Luis de Gonzaga, más conocida como Los Luises, con motivo de varias representaciones teatrales, inauguró un cinematógrafo donde se proyectaron varias películas con numeroso éxito de público burgués.

Ese año, el empresario Antonio García instaló un cinematógrafo en el Teatro Principal, gracias al permiso concedido por el Gobierno Civil y en el que se exhibieron las cintas: La pared del claustro y Corrida de toros.

Los Ministerios de Gobernación y de Economía dictaron una serie de normas por las cuales se debían regir los establecimientos dedicados a las exhibiciones cinematográficas. Entre las normas figuraba la prevención de incendios. También se implantó la censura a través de un registro en el Gobierno Civil o en el Ayuntamiento de todas las películas que fueran estrenadas a partir de noviembre.

En diciembre reunida la Junta Provincial de Espectáculos se informó del deterioro del Teatro Principal, acordando su cierre hasta que no se arreglaran los desperfectos que podrían causar incidentes imprevistos. Algunos de los arreglos que se ejecutaron fueron: La apertura de una puerta en la Calle de San Vicente, la construcción de una escalera que condujera al salón de descanso, la puesta en marcha de una caldera de calefacción moderna, puertas correderas para palcos y plateas, instalación eléctrica del escenario independiente y aislada del resto del teatro, espacio suficiente entre filas de butacas; y lo que es más importante, colocar una cabina de cinematógrafo en el lado opuesto a la entrada de los espectadores. Para prevenir incendios se acordó también la construcción de varias chimeneas sobre el escenario. Sin duda, este fue un punto de inflexión en la exhibición del cinematógrafo en la capital.

A comienzos de 1913, otro empresario, Juan Buenaventura instala su cinematógrafo en la Plaza de San Gil (hoy Maestro Haedo), en el que incluyó un órgano para amenizar las veladas. Debido a ello, en mayo los vecinos de dicha plaza protestaron ante el Ayuntamiento por las ruidos que les ocasionaban las proyecciones diarias. Aún así, el cinematógrafo estuvo anclado allí hasta finales de junio, fecha en la que expiraba su licencia.

A este cinematógrafo se le unió al año siguiente, 1914, otro en la Plaza de Fernández Duro. Aunque no tenemos noticias de su propietario, sí sabemos que ambos convivieron a lo largo del año, aunque Buenaventura se trasladaría de la Plaza de San Gil al Paseo de la Avenida. A partir del mes de julio ofrecería, junto con las proyecciones de cine, espectáculos que incluían actores y animales en dos sesiones: ocho de la tarde; y diez y media de la noche.

A parte de las dos barracas de cinematógrafo, el Teatro Principal realizó un gala en beneficio de la compañía de artistas del cine de Buenaventura. Al no poder abrir éste su barraca por enfermedad, el espectáculo se trasladó al Coliseo capitalino, donde obtuvieron un gran éxito.

Fueron años donde se alternaron ambos cinematógrafos, Buenaventura y Teatro Principal, hasta que en marzo de 1916 un edificio emblemático apareció en la ciudad del Duero.

El Nuevo Teatro (posteriormente rebautizado como Ramos Carrión), se construyó en el lugar conocido como Corralón del Hospicio, al lado del actual Parador de Turismo. El edificio, de estilo modernista, fue obra del arquitecto municipal Francesc Ferriol i Carreras. El catalán, a pesar de realizar entre 1908 a 1916 numerosos proyectos urbanísticos en la capital, no llegó a ser comprendido por la sociedad zamorana de la época. El Nuevo Teatro fue inaugurado el 15 de marzo de 1916, con el drama La noche del sábado de Jacinto Benavente. Aunque no sería hasta un mes más tarde cuando se proyectaron las primeras películas entre las que destacó Charlot en el parque, [In the Park, 1916]. La cinta de 14 minutos fue filmada un mes antes, en febrero de ese año, en la ciudad de San Francisco, lo que se convirtió en primicia para una ciudad como Zamora.

Fue un año cinematográfico repleto para Zamora. A las proyecciones en el Teatro Principal, como La Llave Maestra, con más de diez mil metros; y las del Pabellón Buenaventura, se le unieron las del Nuevo Teatro con cintas como Visión Terrorífica; y Amor y Ruido de Espadas. Viene de la página anterior.

Tras la marcha del cinematógrafo Buenaventura en junio, comenzó una rivalidad entre los dos teatros. Duelo del que salió favorecido el Teatro Principal, gracias a que su propietario, don Alejandro Sanvicente, había conseguido la distribución de las películas más atractivas del momento. De hecho, EL CORREO DE ZAMORA, en varios números de septiembre, calificaba de ñoñas las cintas que se proyectaban en el Nuevo Teatro, por lo que sus empresarios no tardaron en cerrar el negocio. En noviembre se colgó el cartel de alquiler en el Nuevo Teatro, publicándose anuncios durante varios días en la prensa local.

Un mes más tarde, Sanvicente logró hacerse con la gestión del Nuevo Teatro para reinaugurarlo el 10 de diciembre con la película El misterio de una noche de verano [Francisco Camacho, 1916].

Con ello, el empresario comenzó una fructífera andadura en ambos teatros. Entre el 22 y el 26 de diciembre de 1906, Sanvicente contrató para el Nuevo Teatro a la gran cupletista Raquel Meller. Vino acompañada de malabaristas, acróbatas, atletas, y Alba Tiberio, otra cupletista conocida de la época.

Fueron tiempos en los que el cinematógrafo dejó de estar presente en las barracas de feria, para integrarse paulatinamente en los teatros, recintos cerrados y en las ferias de los pueblos. Incluso en 1913, en Madrid se creó una Real Orden del Ministerio de la Gobernación para la creación de una policía específica, la cual vigilaba las condiciones de construcción de los edificios que albergaran espectáculos públicos.

En la provincia el cinematógrafo aparece como atracción en las ferias y fiestas. En la ciudad de Toro el invento hizo su aparición con motivo de las fiestas de San Agustín del año 1909. Las imágenes cautivaron al público, que fueron acompañadas por veladas de teatro y fuegos artificiales. En Benavente se tienen noticias del cinematógrafo en 1910, con motivo de las fiestas de septiembre. No tenemos datos de cuál era la compañía que recaló en la villa, ni de los precios de las entradas. Lo que sí consta en la hemeroteca de El Correo es que era un cinematógrafo al aire libre instalado en la plaza del Grano y que sus sesiones eran amenizadas por la banda municipal de música.

Por último, Fuentesaúco fue testigo durante las fiestas de la Visitación de 1908 de las primeras sesiones de cinematógrafo. Estas cintas, se proyectaron en el coqueto teatro de la villa, prácticamente intacto en la actualidad y del que eran dueños los señores García Ferrón y Hernández.

Por cierto, si alguno de ustedes, amables lectores, posee algún dato que sirva para dar con el paradero de estas misteriosas historias cinematográficas, no duden en contactar con La Opinión o un servidor, aunque no esperen más recompensa que la de haber contribuido a desvelar uno de los misterios de la investigación histórica de Zamora.