El 1 de febrero de 1897, al doblar el siglo y en vísperas de una tragedia nacional de gran trascendencia -la crisis del 98 y la liquidación del imperio asiático-americano-, el circulo tradicionalista de Zamora desde su sede oficial en la calle de San Andrés, 40, editaba como órgano de opinión y de difusión, las consignas, ideológico políticas de EL CORREO DE ZAMORA. En realidad, venía a sustituir, al antiguo semanario «El Eco de Viriato», que fundara en 1870 José Pérez Cardenal. Pero venía ahora con mayores vuelos, y más espíritu de perseverancia más protegido desde el Palacio Episcopal y con mayor pluralidad y dinamismo entre sus fundadores y colaboradores. Meses atrás y en 1896, acababa de aparecer «El Heraldo de Zamora», órgano fusionista del Partido Liberal, publicado por la empresa de Enrique Calamita. A este periódico se oponía con muy buenos modales el diario conservador canovista, intitulado «El Liberal Conservador», perteneciente a la familia «cervata» de Antonio Jesús de Santiago, diputado a Cortes y presidente del partido.

El Correo nacía como diario extrarrégimen para romper lo que ellos denominaban «los enjuagues del sistema» y lo hacía de una manera bronca y radical, en defensa del ideario integrista y carlista, que obedecía a la consigna «Dios, Patria, y Rey». El programa de El Correo era nítido y rotundo: «Es el de la vieja España, que nos dieron las enseñanzas de la Iglesia, la razón de los sabios y la experiencia de los siglos. Es el programa de aquella España católica que con sus prestigios y maravillas reflejaba los esplendores del mismo cielo. Es un programa que hoy no puede exponerse, ni circular, puesto que la libertad más positiva, es la del negar a Cristo

Era el mismo ideario del diario navarro, llamado «El Pensamiento», que Juan Mella esparcía en los reductos carlistas del norte peninsular, Cataluña, El Maestrazgo y en las zonas periféricas y marginales de Castilla y León. Un ejemplo lo era Zamora, como ya escribí al respecto, en el Congreso de historia regional, celebrado en Medina del Campo en 1992. Zamora capital en concreto, tuvo desde tiempos próximos al antiguo régimen, un poderoso circulo, que gozó con la representación de, al menos, tres concejales en el Ayuntamiento y que se expandía hacia Benavente, donde el marqués de los Salados, fue varia veces diputado a Cortes y que se extendía por Sanabria, con la fuerza de la célebre familia de los San Román y llegaba hasta Aliste, en la frontera portuguesa.

Pero también, nacía el periódico, por necesidad, para contrarrestar el peso oficial y político que significaba «El Heraldo de Zamora» y en la antesala de mil batallas que se avecinaban en la prensa contra la «Ley del Candado», que quería evitar la propagación de las órdenes religiosas toleradas y permitidas en la práctica y que quebraban los principios constitucionales abiertos por el liberalismo en Cádiz, que suponía la ruptura del ideario liberal, de fijar sobre tres órdenes religiosas, con escasa proyección en la enseñanza oficial de las clases medias y rectoras de la sociedad burguesa.

Además, el que entre sus fundadores, figuraran hombres de prestigio intelectual y cultural, como Luis Chaves Arias -fundador de las cajas y monte de piedad contra la usura y contra los prestamistas de altos intereses-, Ursicino Álvarez Martínez, mentor de la Zamora Ilustrada y fundador de la Junta de Cofradías Semanasantera, Francisco Morán, amigo de Unamuno y helenista celebérrimo o Francisco Antón Casaseca, director del Museo de Bellas Artes de Valladolid, dulcificaron la práctica política e infundieron un halo cultural, que al engarzar con el sentimiento de Patria Chica y de amor y pasión por el territorio regionalista, se convirtió en defensa de los valores zamoranos y en bandera del zamoranismo. No hay que olvidar, que para los integristas-tradicionalistas, el territorio y el espacio, bendecidos por la iglesia son antes y más importantes que los valores ilustrados del humanismo y de la persona que defendía la Revolución Francesa. Así comprenderemos, el integrismo fuerista del País Vasco y Cataluña, muy bendecido y auspiciado por las iglesias y base de los actuales nacionalismos separadores.

Nació el periódico en 1897, como un presagio del desgarro de España, culpando a los políticos de la responsabilidad de la pérdida de Cuba y Filipinas y del desastre militar de Cavite, azuzando el enfrentamiento entre militares y políticos que serían el final del sistema canovista. Lo que no se ha escrito demasiado, es que Sagasta, profundamente vinculado a Zamora, y gracias a su astucia e inteligencia política, evitó un golpe de estado contra el Régimen y tal vez, entre los españoles.

La expatriación del capital de Cuba y Filipinas, también sirvió de desarrollo económico y social y un avance del próspero progreso de la Nación en los años aurorales del siglo XX y que cambiaron la imagen fundamentalmente de la ciudad de Zamora.

Así, el establecimiento del alumbrado público (1897), la inauguración de la línea Plasencia-Astorga (1897), la apertura de la Plaza de Toros, con la participación de dos diestros muy famosos dentro del célebre dualismo hispánico: Mazzantini y Reverte (1898), la inauguración de la red telefónica (1899), la puesta en funcionamiento del puente metálico sobre el Duero (1901), la colocación de la primera piedra del Instituto General y Técnico, futuro Claudio Moyano (1902), con la presencia del conde de Romanones y el rector salmantino Unamuno, el establecimiento del Mercado de Abastos (1903), la implantación del Regimiento de Toledo (1903), cuyo cuartel inauguraría el rey Alfonso XIII en su primera visita a Zamora en 1904, o el establecimiento de la línea telefónica Madrid-Zamora, entre otras.

Y, sobre todo, y muy especialmente, las nuevas construcciones urbanas de la plaza de Sagasta, calles de Santa Clara y San Torcuato, elevando el canon de la ciudad, con la implantación de dos estilos distintos, aunque complementarios, que difundieron una filosofía distinta de sus promotores, pero un ideal conjunto, en busca de la superación, la promoción y el estimulo como fueron el modernismo de Ferriol, Mathet, Pastell, o el eclecticismo de Pérez Arribas, Antonio García Sánchez y Enrique Crespo. No cabe duda, que a ello contribuyó mucho para cerrar la etapa primera, de nuestro estudio, la neutralidad de España en la Primera Guerra Mundial, a pesar, de que El Correo de Zamora fuera partidario de los imperios centrales.

De esta forma, la necesidad de productos agropecuarios en Europa, aumentaron los rendimientos del campo zamorano y permitieron el florecimiento del comercio, que se complementaría con la industria harinera de los Bobo, Rueda, Valbuena, González Gómez, etc. y las hidroeléctricas de los Rubio, Esteva Pascual, Federico Cantero, Santiago Alba, tan unidos a la Electra Vallisoletana y al Banco Castellano, que sin duda, supusieron un giro copernicano para los intereses de Zamora, que sin dejar de ser agropecuaria, dio un viraje espectacular en poco tiempo hacia la industria y el comercio, significando un ascenso importante de la burguesía comercial y mercantil, vinculada a las profesiones liberales, y a los servicios, que significaron un cambio notable en las clases dirigentes urbanas y un nuevo incentivo para la modificación de las mentalidades, que nos explican porque Zamora a la altura de 1916, El Correo cambió su título de periódico carlista y tradicionalista por su vinculación a la prensa católica más próxima a las filas conservadores de Maura y de Sílvela, a través de la Unión Católica de Alejandro Pidal y Mons.

Si un primer obispo, Luis Felipe Ortiz Gutiérrez, fue artífice, vinculado al primer proyecto o etapa, de EL CORREO DE ZAMORA, un segundo prelado, Antonio Álvaro Ballano, con su aportación económica de 20.000 pesetas de la época, auspiciaron la creación de la editorial católica, adquiriendo un importante número de acciones, que fortalecen el segundo período, del periódico, larga etapa que desde 1916 se extiende hasta 1963, en que los medios de comunicación social del Estado, ya en época franquista y absorbieron «El Imperio», creado en octubre de 1936 y con un nuevo director, abre la tercera etapa de nuestro diario zamorano.

El período que se abre en 1916 es difícil, porque el periódico, protagonizó y apoyó la dictadura militar de Primo de Rivera (1923), mantiene una política beligerante durante la segunda república al apoyar el accidentalismo de José María Gil Robles y defender la reforma constitucional y el derecho a la libertad religiosa y a la educación , que chocó con la política sectaria del Gobierno de Azaña con los socialistas (1931-1933) y que luego se prolongó en el Frente Popular (febrero-julio 1936). Es la etapa que administra y dirige el director, Nicolás Rodríguez Fernández, etapa en la que se adquiere la rotoplana que se compra al «Diario Montañés», por 40.000 pesetas y se vende la vieja «Albert». En 1941, se instaló el teletipo, el director, lo fue todo en el periódico, y para gozar de cierta libertad, tuvo que aceptar el personal sobrante de «El Heraldo de Zamora», que un director general falangista vino a la capital para suspender con estas palabras: «No puede permitirse que en la España de Franco, exista una bandera levantada en Zamora por el Partido Liberal que representa el Heraldo».

El apoyo a la dictadura de Primo de Rivera creó una fractura en la derecha zamorana, porque un sector de la misma, formará parte del golpe militar y civil del 19 de julio de 1936, donde los militares antifranquistas, se alzaron contra la República. En realidad, aunque la iglesia zamorana oficial y explícitamente, firmó la pastoral de los obispos, apoyando al bando franquista, durante la etapa del Nacional Catolicismo (1945-1957), sin embargo, el periódico tuvo que enfrentarse en muchas de las ocasiones y sobre todo en los orígenes del régimen con el franquismo, a cuenta de negarle suministro de papel y facilidades para la divulgación del diario, que con muchas dificultades, llegó hasta 1960 en que la familia Ibarra, propietaria del diario «Informaciones», adquirió el periódico hasta 1963, nombrando director a Herminio Pérez Fernández. A partir de esta etapa, el periódico formó parte de los medios de comunicación social del Estado, nombrando director a Sixto Robles Farizo, que lo sería hasta su sustitución en 1984. El periódico perteneciente ahora al Estado, contará con la supervisión del gobernador civil y con la fina inteligencia de su director, que supo bordear los problemas con que Zamora se enfrentaba y apoyar aquellas tradiciones, que habían sido desde los orígenes, estampa básica del devenir de Zamora y su provincia.

A partir de esta etapa, se inicia el final o la entrada en el comercio mercantil del periódico que sería subastado y adquirido por acciones de 150 zamoranos que durante muy poco tiempo, mantuvieron la lealtad a la provincia y tras un paso fugaz por manos del empresario Sánchez Roca, pasó a Editorial Prensa Ibérica, su actual grupo editor.

Los principios y los ideales, que a mi entender, configuran el ideario EL CORREO DE ZAMORA, son los siguientes:

1.º La defensa del ideal católico, su conexión con la Iglesia, su supeditación como es obvio al prelado de la Diócesis, de ahí, la proyección de la Semana Santa, las fiestas sacras y patronales de la Provincia, etc.

2.º La defensa del medio, del paisaje y del territorio que conforma y configura la Provincia, más allá de su propia diócesis.

3.º El espíritu social cristiano, la redención del campesino, la lucha contra el usurero, los bajo y justos intereses no superiores al 6 % y que no deben ser estos los que actualmente cobra la banca, la creación de las cajas de ahorro y de las pequeñas cajas de resistencia contra el hambre.

4.º La entrada en el mundo moderno. El Correo, está ya en el mercado y por tanto inmerso en las leyes de la oferta y la demanda. Los intereses de Zamora siempre fueron los del pequeño campesino agropecuario, los del pequeño y mediano comerciante y la mirada con esperanza, con redención hacia el oeste: Portugal. Tal vez, de ahí pueda venir un día, la liberación, el progreso de Zamora y la recuperación de formar parte del corazón de España.