La primera organización fundada por emigrantes fue la Sociedad Sanabresa de Ayuda Mutua y Recreativa, en 1923. Durante muchos años Argentina se convirtió en «la segunda Zamora». Los primeros emigrantes no tardaron en hacer piña y formar asociaciones para tratar de ayudar a aquellos paisanos que pasaban dificultades. Además de la manutención, si hacía falta se pagaba con esos fondos hasta los sepelios de los que carecían de plata o los pasajes urgentes de barco.

El gran trasvase de población desde Zamora a Argentina se produce entre 1911 y 1929, con nada menos de 25.458 emigrantes. Y siguió€ Durante muchos años más.

El 30 de agosto de 1953 se funda el Centro Fermosellano Cultural y Recreativo. Tres años más tarde, en 1956, el acuerdo entre los centros Zamorano Fermosellano y Zamorano Sanabrés permite crear el Centro Zamorano del que hoy forman parte unos centenares de emigrantes y descendientes, y que durante las últimas décadas capitaneó Alfredo Miranda, uno de los históricos cuya memoria perdurará siempre entre los grandes emigrantes de esta tierra. Aunque ha habido muchos y muy grandes.

Leoncio Herrero conoció bien al hoy papa Francisco. Todos lo llamaban, aún lo llaman, padre Leoncio. Tras más de medio siglo allí admitía tener el corazón dividido. Natural de Villalpando, la escuela y los hogares para niños desfavorecidos de Villa Solati (uno de los lugares más castigados por la pobreza y la marginación) siguen despertando admiración en medio mundo. «Yo iba a los basureros a salvar a los chicos que se quedaban enterrados entre los desechos». Y sus palabras son literales, porque a más de uno lo consiguió rescatar con sus propias manos cuando ya estaba a punto de morir atrapado por decenas de kilos de basura. «He tenido que abrir zanjas para que se fuera el agua y que los niños pudieran llegar a la escuela», respondía tímido y con modestia, como si le incomodase, cuando se le preguntaba por su ingente labor en las zonas más desfavorecidas de Argentina desde que salió de Zamora. Su 1.90 de altura se quedaba pequeño para tanto corazón.

Y del sacerdote al espía. Nació en 1915 en Bermillo de Sayago y pronto emigró a Argentina. Cuando cumplió los 28 ya se carteaba con su amigo, Juan Domingo Perón, el hombre que poco después se convertiría en presidente del país y para el que trabajó como agente especial. El zamorano Julio Gallego Soto fue, en 1964, testigo del encuentro secreto del general argentino con el Che Guevara en Madrid.

En Sudamérica se dedicó a importar telas, a la empresa periodística y a curtirse como agente especial del Gobierno. «Los pedidos del "viejo" no son para ser desoídos», ordenaba en alusión a Perón», según los testimonios recabados por este diario de su familia directa, que conserva las cartas y los informes que Gallego Soto y Perón se enviaban. «Tanto Isabelita (su segunda esposa) como yo estamos listos para emprender el regreso a la patria», anunció el militar a Gallego por carta en 1964, según consta en los archivos familiares. Un año después del golpe militar de Videla fue detenido y desapareció, como otras tantas víctimas de la dictadura argentina. Nada se volvió a saber del espía llegado desde Bermillo de Sayago.

En aquella fatídica etapa «creemos que pudieron desaparecer al menos treinta zamoranos», aseguraba Dionisia López, Madre de la Plaza de Mayo y presidenta de la Comisión de Españoles Desaparecidos. Aunque nacida en Cedeira, todos la conocían como «la gallega». Cada jueves, sin falta, acudía a la Plaza Rosada para pedir que se aclare la desaparición de su hijo y su nuera, que colaboraban con religiosos en la alfabetización de la gente que lo necesitaba. Ese fue su único pecado para los golpistas. Los dos desaparecieron. Ella, como otras madres, no perdonan. Se prometen unas a otras que en caso de fallecer la que siga viva se encargará de portar las fotos de sus hijos y nietos. Cada jueves, desde hace años, en la Plaza Rosada.