Al grano

La bilis de Zamora

Los males de la provincia tienen cura, pero hay que ir al médico

Los males de la provincia tienen cura, pero hay que ir al médico

Los males de la provincia tienen cura, pero hay que ir al médico / Foto de Antoni Shkraba

Celedonio Pérez

Celedonio Pérez

Vamos a hacer un ejercicio de imaginación, que es de las pocas cosas que no cuesta nada. Partamos de una premisa aceptada por casi todos: Zamora es una provincia enferma, doliente, que sufre y ha adoptado, además, la condición de víctima. ¿Hasta aquí de acuerdo, no? Entonces, Zamora tendrá que ir al médico a intentar curarse. Ahí voy yo con la pregunta, ¿cuál cree usted que es el mal que padece?

Sé que la respuesta será tan variada como el humor –y la disposición– del interlocutor de turno. Seguro que hay muchos zamoranos que dirán que la provincia no tiene cura, que el mal está tan extendido que es imposible atajar con fármacos; que está ramificado, y que ya ha pasado el tiempo de las intervenciones quirúrgicas. No queda nada más que buscar epitafio y esperar a la certificación del fallecimiento.

Castigada por la emigración salvaje, una sonrojante reconversión agraria a coste cero y el expolio energético que, por cierto, no ha acabado y que amenaza con convertirnos en reserva europea del ramo

Otros responderán que la enfermedad que aqueja a la provincia todavía es abordable, aunque necesita un tratamiento de choque, programado a conciencia para atacar a la vez por varios flancos, los que ha ido abriendo la desidia y la injusticia estatal y también la condición endógena doliente, propia de tierra de interior, castigada por la emigración salvaje, una sonrojante reconversión agraria a coste cero y el expolio energético que, por cierto, no ha acabado y que amenaza con convertirnos en reserva europea del ramo.

También están, claro, los ilusos que creen que los problemas de Zamora se van a curar de la noche a la mañana con un mejunje de turismo, patrimonio artístico-cultural, biodiversidad e industria agroalimentaria, nutrida por un sector agropecuario que sobrepasa los sesenta años de media de edad.

"¿Y tú, que vas de listillo, cuál crees que es el mal que padece la provincia y el tratamiento más adecuado para sacarla del lecho del dolor?", me dice, tan repipi como siempre, mi amigo Andrés el Trazas, interrumpiéndome cuando se entera de lo que estoy escribiendo. Como tiene muy mala leche, no me queda más remedio que contestarle: "Pues hombre, yo creo que tiene un problema de cálculos biliares, enfermedad muy dolorosa pero que, en principio, no es difícil de curar; lo que sucede es que lo primero que hay que tener es voluntad de ir al médico y no entretenerse por el camino de la consulta con los cantos de sirena de embaucadores y curanderos de tres al cuarto". "Ya, ya, tú siempre con lo mismo", me replica el Trazas. Pues eso.

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