Al grano

Mascaradas revolucionarias

Zamora, a la cabeza en fiestas invernales que son mucho más importantes de lo que creemos

Celedonio Pérez

Celedonio Pérez

Como un reloj que marca el paso del tiempo que nos mata cada día. Las primeras mascaradas del ciclo hiemal zamorano acaban de dar cuerda al solsticio de invierno. Sanzoles, Ferreras de Arriba, Pozuelo de Tábara, Villarino Tras la Sierra y Vigo de Sanabria consumaron este lunes la tradición en un clima por fin liberado de mascarillas y con una temperatura impropia de la festividad de San Esteban.

Las mascaradas se han convertido ya en las fiestas más singulares de la provincia, pero todavía le quedan peldaños que subir en la escalera para llegar al reconocimiento que se merecen. Zamora es la provincia con más celebraciones de este tipo de España y esto tienen que gritarlo los zamoranos y ¿por qué no?, si se hace con sensibilidad, rentabilizarlo.

Estas manifestaciones esconden tal cúmulo de valores antropológicos, etnológicos, musicales, culturales y humanos que es imposible encontrar con tal variedad y fuerza en ninguna otra manifestación festiva. No, no es una exageración más del Celedonio agrarista al que gusta sublimar en exceso lo que respira sobre la piel del ámbito rural.

¿Hay por ahí alguna manifestación tan del pueblo, tan de abajo, que surja sin normas, sin control, sin cortapisas normativas o legales?

Tienen las mascaradas mucha más importancia de la que creemos y un simbolismo que rezuma por las esquinas. ¿Acaso hay alguna celebración popular que sea más revolucionaria que las que vivimos en la provincia zamorana en estas fechas? ¿Hay por ahí alguna manifestación tan del pueblo, tan de abajo, que surja sin normas, sin control, sin cortapisas normativas o legales? No.

Zangarrones, tafarrones, zamarrones, caballicos, carochos..., un sinfín de actores que durante un día revierten la autoridad, se convierten en la ley, castigan a quien rompe el orden universal de la tradición y hasta cortan vías públicas y cobran aguinaldos y diezmos sin el aval de una normativa aprobada en cualquier parlamento urbanita, especializado en legislar hasta el aire que tenemos que respirar cada día.

¿Quién en estos tiempos tan blanditos, de “buenismos” vacuos e hipócritas de izquierdas y derechas se atreve a coger un vergajo o un palo y salir a la calle a castigar a todo aquel que se mete con su grupo, a fustigar con vesania o rociar con ceniza a quienes intentan romper el orden impuesto por la tradición y el peso del poso de normas antañonas no escritas? No, no, eso es imposible hoy día, que para eso está el aro de la ley y sus agentes.

Pues sí, se hace en las mascaradas. Se aplican códigos al margen de cualquier corpus legal, asentados en costumbres ancestrales que beben la espuma de otras formas de vida. Solo por eso, por ser revolucionarias, deberían las mascaradas estar en los altares y ser patrimonio de una humanidad deshumanizada.

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