Que no, que les da igual. Se pasan por el forro protestas públicas, malestares ganaderos, lo que sea. Como tenemos razón y lo hemos aprobado por mayoría (aunque haya sido por el voto de calidad del Gobierno) lo publicamos en el BOE y ya está: queda prohibida la caza del lobo también al norte del Duero.

Les importa tres narices que las comunidades autónomas (Castilla y León, Asturias y Galicia) que acumulan el 95% de población lobuna y todos los males de la España Vaciada estén en contra, que hasta el PSOE de Castilla y León les pidiera rectificar. Que no, que la Asociación para la Conservación y Estudio del Lobo Ibérico (Ascel) y la ministra Teresa Ribera tienen razón, que eso es lo “modelno”, lo europeo, que el lobo es un emblema, que el cánido es una especie única, que sobran ovejas y ganaderos... y fachas. Pues eso, que desde ayer tenemos prohibición oficial.

Es el sino de nuestros tiempos: gobernar desde los despachos sin tener en cuenta a los gobernados. Hay corrientes (de agua, de lava, de lo que sea) que circulan por ahí y que lo están llevando todo al mar. Tiene bemoles que sea el Ministerio para el Reto Demográfico el que haya prohibido la caza del lobo y se quiera cargar otras actividades como la cinegética en general y lo que venga detrás. Es el mundo al revés, pero no hay manera.

No vale que organizaciones agrarias, ganaderos y los gobiernos de las comunidades autónomas afectadas se hayan mostrado dispuestos a negociar, a esperar a contar con censos actualizados antes de tomar decisiones drásticas; que no, que lo que se lleva es imponer esa filosofía-corriente, la de que nosotros tenemos razón porque el mundo tiene que evolucionar hasta que todos pensemos igual y lleguemos a la felicidad plena; porque nosotros lo valemos.

Teresa Ribera, que hace año y medio se mostró –muy digna y convencida ella- en Zamora en contra de utilizar el BOE para tomar decisiones a la torera (que mal le va a sonar esta expresión) en beneficio de determinados territorios, hace ahora lo contrario y enseña el plumero.

¿Pero tan difícil es hablar, cara a cara, con los ganaderos –y los representantes del ámbito rural afectado- y acordar una fórmula de gestión del cánido salvaje que garantice su supervivencia y la de la propia actividad ganadera? No vale. La corriente de lava nos va a ahogar a todos en el mar de la felicidad.