Nos pasa cuando miramos lejos, por ejemplo un paisaje, pongamos un pinar. Vemos una masa verde, compacta, sin huecos; nuestra mirada se llena de copas de árboles que flotan sin troncos, sin ramas, sin terreno en el que sostenerse, sin matices. Y cuando estamos en el bosque de pinos, si es muy compacto, solo distinguimos los troncos y sus ramas más gordas, además del suelo y la hierba que le da consistencia. Nunca vemos el pinar completo, solo retazos, jirones, pinceladas de la masa forestal. Vemos lo que nos deja ver el defecto de nuestros ojos y la luz del momento. Nos pasa en todas las circunstancias de la vida, también cuando abordamos conceptos globales, como el ámbito vital, la provincia por ejemplo, Zamora, a la que observamos con gafas rayadas, sucias. La imagen aparece así: parcial, distorsionada, gris, irreal.

Los que no residen aquí ni miran con gafas viejas, nos lo dicen muchas veces: vivís en una provincia singular, bonita, donde todavía es posible ajustar el tiempo particular al real, donde se disfruta sin tener la obligación de hacer algo de “provecho”, donde se puede admirar la belleza en su conjunto, sin paramentos. Y es verdad. Y lo descubrimos cuando juntamos la visión de la copa de los árboles con la de los troncos y el terreno que los sustenta, cuando vemos en conjunto, aislándonos de la niebla y el ruido.

Variada como casi ninguna otra, la geografía provincial atesora dos parques naturales, dos reservas con una biodiversidad única: las mayores poblaciones mundiales de lobos y avutardas por kilómetro cuadrado; agua en abundancia, materias primas de una calidad insuperable, alimentos exquisitos..., ¿entonces qué ocurre para que sigamos despoblándonos y hayamos perdido casi la mitad del censo que teníamos hace sesenta años?

Lo que nos pasa es que no sabemos gestionar nuestra riqueza. Sí la de otros lugares del país, donde exportamos emprendedores, empresarios y funcionarios que dejan huella de su buen hacer. Nadie entiende que sigamos dejando escapar más de la mitad de las materias primas que producimos, incluida la energía eléctrica. O que aún no hayamos logrado arrancar la rentabilidad turística (y económica) de un patrimonio histórico, cultural, artístico y natural impagable. Que alguien nos enseñe, por favor.