Las tormentas nos pegan a la tierra y nos hacen mirar al cielo con ojos de cirujano, remueven lo más íntimo, achatan nuestra geografía y acercan el principio y el final, nos dan miedo porque nos llevan hasta el borde del precipicio y despiertan los sentidos, afilando el oído. Como ocurre estos días en que nos vapulean tronadas y granizadas. Todos sentimos que algo extraordinario puede ocurrir, que nuestra vida está viva y que no todo está programado.

Imagínense si nuestra economía diaria dependiera del estado de ánimo del cielo. Las tormentas nos hacen temblar... y a veces maldecir. Les ocurre a quienes viven de lo que cría el campo. Los agricultores (incluidos viticultores y hortelanos de toda laya y condición) llevan unos días sin dormir, casi sin respirar, con la barriga revuelta, montados a horcajadas sobre el desasosiego.

La tierra solo da y el cielo da y quita. Se lo escuche muchas veces a mi abuelo Cirilo en pleno mediodía: “Ves esa mancha blancuzca, sí, aquella como un borrón de tiza que asoma por Matachivas, esa..., esta tarde esa nos va a joder...”. Y nos jodía con un turbión que rompía a borbotones después de una manta de pedrisco “como huevos de paloma torcaz”. Cuando más daño hace el granizo es ahora, en junio, cuando la mies madura y duerme despreocupada a la espera de la cosechadora. Llega la explosión y adiós.

Los seguros agrarios son solo una presa hecha con céspedes en un arroyo. Cuando el cielo se encabrona de verdad no hay quien pare la riada que acaba en el río con un montón de sueños arrastrados por sus orillas. No es que una tormenta desatada te deje sin cosecha y desfondado, es que te quita los asideros emocionales que te unen a la tierra. Es el sustento del año el que se va por el sumidero, pero también se evapora la ilusión, el esfuerzo, las ganas de seguir haciendo lo que hicieron tus padres.

Cuando irrumpan los truenos como ahora, como en esta semana, no pensemos solo en si tenemos que coger el paraguas antes de salir de casa o si hay que ponerse los zapatos de suela impermeable, no. Pensemos en quienes tienen su vida tendida al sol, expuesta a mil peligros e intentemos reconocer su trabajo tan callado como ignorado por la sociedad. No solo los que salen en Mask Singer son importantes.