Si el infierno existiera, sería un calco de un incendio forestal. Volvió a ocurrir el pasado fin de semana. Las tierras de Aliste y Alba ardieron sin control y lo que fue belleza natural y riqueza aprovechable pasó a ser en pocos minutos horizonte de la nada, el ras de la tragedia. No fuimos pocos los que pensamos inicialmente en la mano del hombre (sí, del hombre porque apenas se conocen mujeres incendiarias) como origen del fuego, parece ser que no y que una chispa desprendida por la manipulación de una máquina cosechadora pudo ser el principio de todo. Pensamos en un primer momento en la intencionalidad porque la mayoría de los siniestros se deben al afán criminal del ser humano, al interés particular o emocional de unos pocos descerebrados, sociópatas de malas intenciones.

El ciclón ardiente se ha llevado por delante más de 2.000 hectáreas de monte, pastos y tierras de labor. Lober, Domez y Vegalatrave no van a olvidar nunca el fin de semana de la Asunción, el de las fiestas de San Roque que no fueron, que se las comió la pandemia. Y si no hubo más cenizas y más daños ha sido por la ejemplar labor de los servicios de extinción y del trabajo de los vecinos de la zona que cerraron filas y sacaron a relucir lo mejor que tenemos dentro, cada vez más arrinconado, la solidaridad y el esfuerzo por defender lo colectivo.

Queda ahora un largo tiempo de análisis y reconstrucción, de ayudar a los más damnificados por el siniestro, gentes que han entregado a las llamas su ganado y sus bienes. Hay que echarles una mano para que puedan seguir manteniendo sus explotaciones que son riqueza y garantía de futuro para el ámbito rural de la provincia, cada vez más necesitado del apoyo de la sociedad, de las instituciones.

Y otra cosa hay que hacer, no criminalizar a quien, sin intención, causa, en algunas ocasiones, incendios. Sospecho que volverán a surgir voces contra agricultores y ganaderos, aquellos que trabajan en el ámbito rural y que, a veces, por la propia mecánica de sus labores, provocan algunos fuegos. Es lo que tiene trabajar en un medio abierto, que aunque tomes precauciones surge la chispa y se abren las puertas del infierno. Gracias a todos aquellos que lograron cerrarlas a tiempo para que no se produjeran males mayores.