Estamos aún en medio de la tormenta perfecta: truenos, rayos, emociones a flor de piel, muerte..., por lo tanto es pronto para hacer balance del desastre, que va a ser mayúsculo, tiempo habrá para apuntar en la libreta los restos del naufragio, pero ya si nos asomamos a la ventana vemos como el agua desatada arrastra miles de enseres y papeles con datos (a fecha de ayer) que sonrojan y acuchillan: 20.000 sanitarios contagiados, 13.798 personas muertas en el país por el virus (más de 3.000 en residencias de ancianos), los test rápidos que no llegan y los que lo hacen son un fiasco porque son poco o nada fiables, sigue faltando material básico e imprescindible para evitar que la enfermedad siga extendiéndose...

Ya sé que hay quien pone sobre la mesa razones -recortes sanitarios del anterior Gobierno incluidos- para justificar lo injustificable, lo que ha pasado en España en los dos últimos meses. Ya sé, ya sé que la pandemia es mundial, pero aquí hemos mandado a las fuerzas de choque a frenar el mal sin armas, a pecho descubierto, y ha ocurrido lo que ha ocurrido. De eso sí que el responsable máximo es el Ejecutivo de Pedro Sánchez que ha tenido desde el pasado 31 de enero, cuando la OMS hizo un llamamiento desesperado, para hacer acopio de material sanitario y no se puso a la tarea hasta que el agua le llegó al cuello, cuando ya el mercado internacional estaba colapsado.

No hay país en el mundo con tantos contagiados sanitarios como España y eso demuestra que aquí ha habido dejación de funciones por parte del Gobierno, que ha sido incapaz de resolver una situación que otros sí han solucionado. Y también es culpable de la falta de control en las residencias de ancianos: el dato de fallecidos, que aún no se conoce de forma oficial, es sangrante y tiene que hacer remover conciencias y estructuras.

El paisaje devastador que se ve desde las ventanas es para echarse a llorar y no parar, pero no vamos a tener tiempo para alargar mucho el duelo. Habrá que fijar un nuevo orden, ponernos todos a la tarea y colaborar sin visiones partidistas, pero también hay que exigir responsabilidades y hacerlo desde ya: se lo debemos a los que se han ido.