Vivimos momentos históricos que nos marcarán por tantas cosas. Imposible resulta no reflexionar sobre lo que nos está pasando y lo que pueda venir, ¡y lo que pueda venir! Sé que hasta los sicólogos recomiendan no bañarse una y otra vez en las mismas -malas- emociones, menos si están acuchilladas por miasmas que nos tienen andando sobre clavos, pero es irremediable, lo siento: voy a contar mis mentiras sobre el coronavirus. Por cierto, oído meteorólogos: esto sí es una tormenta perfecta, la madre de todas las ciclogénesis explosivas, lo de la DANA, sabedlo, es pura brisa.

Tardamos semanas en ver la importancia del mal. Seguramente porque los que se morían eran los mayores, ¡ah si hubieran sido los niños, hubiera ardido Troya mucho antes! ¡Cómo si los que tenemos más de sesenta años fuéramos en esta sociedad ciudadanos de segunda, qué para muchos lo somos, por cierto!

El papel higiénico nos ha devuelto a lo que somos: controladores de esfínteres. Eso, la función de la fibra vegetal comprimida es lo que más nos une a nuestros humores, a nuestra condición de seres finitos. Acumular rollos de váter nos da cierta seguridad. Garantiza por un tiempo que podamos desechar lo que nos sobra de forma limpia. Puro servilismo mental. Traigan, por favor, a colación aquello del cuerpo y el alma.

Apresados estamos en nuestro propio territorio. Hay quien está que muerde sin poder salir de casa unos días, unas semanas. Somos incapaces de ponernos un minuto en la piel de aquellos que jamás pueden salir por problemas físicos, mentales o barreras arquitectónicas. Tampoco podemos alejarnos de nuestras fronteras. No hemos hecho nada, o sea lo mismo que inmigrantes o refugiados, pero no podemos irnos, ¿a qué duele?

Ahora sí, ahora estamos valorando, de verdad, a los profesionales que más alto deberían estar en la escala social: aquellos que hacen posible que comamos todos los días (agricultores, ganaderos, transformadores de materias primas, transportistas, comerciantes...) y los que nos curan (personal sanitario, de limpieza y administrativo que vela por nuestra salud). Gracias a todos. En el otro extremo están los que incumplen las normas y los jetas, que son, desgraciadamente, legión.