Me puse delante del ordenador con la intención de escribir sobre la multa de 250.000 euros impuesta por el Ayuntamiento de Alcobendas a una sociedad vinculada al futbolista Sergio Ramos por la tala de encinas centenarias y denunciar la injusticia que supone que la sociedad no valore igual la propiedad privada en el ámbito rural y el urbano; criticar la incongruencia que supone la necesidad legal de contar con un permiso especial para cortar árboles en tu finca, en tu parcela, o que incluso no puedas talarlos si la autoridad competente así lo estima; patear de rabia contra unas leyes que penalizan todo lo que ocurre fuera del ámbito urbano; romperme la camisa de indignación por unas normas que penalizan a quien contamina, pero que no reconocen la aportación de quien descontamina, como por ejemplo quienes tienen árboles o siembran cultivos herbáceos; rabiar por la falta de servicios de todo tipo en los pueblos (lo de la propuesta de cierre de ambulatorios alistanos es de juzgado de guardia); y blablablá, blablablá. Pues nada, que lo que tenía pensado escribir no me vale para nada porque resulta que la sanción a la "megaestrella" tiene que ver con una acción ocurrida en su finca de La Moraleja, o sea en una zona que no es precisamente ámbito rural, sino la espuma más reluciente del espacio urbano más artificial al que todos aspiramos (o eso dicen).

Cuando me di cuenta del error de cálculo sobre Sergio Ramos (por cierto que necesitamos doctores que diagnostiquen el mal que aqueja a esta sociedad que tiene como dioses a quienes, en calzoncillos, dan patadas a un balón), me dije pues nada, escribo sobre el debate de investidura de Pedro Sánchez. ¿Pero sobre qué? Si yo lo que quiero denunciar es lo que está ocurriendo en la España jodida y ni a Sánchez ni a todos los demás políticos le importa un pimiento (ni un higo) la despoblación, el abandono de los pueblos y la muerte del campo. Pues eso, que hoy no escribo de nada. Lo siento y les pido perdón.