Todos a mirar al cielo. Es lo que toca desde ya hasta el Domingo de Resurrección. Hasta ahora no, hasta ahora solo lo venían haciendo agricultores, ganaderos y aquellos que salían de "finde", por si se lo fastidiaba. El tiempo es lo que tiene, que no es igual para todos, ni el climático ni el particular. El concepto de buen tiempo no es lo mismo para Juan que para Pedro. Los agricultores cambian de cara (a mejor) cuando llueve, los que no lo son se avinagran cuando ven caer cuatro gotas (otra vez lloviendo, qué asco). Siempre ha importado más lo que venga del cielo a los campesinos que a las gentes de ciudad, es lógico. Pero en los próximos días, no; se igualan los intereses y los deseos. Lo que ocurre es que se van a separar aún más las preferencias.

La empatía no cuenta en una época de egoísmos y sociópatas. Es un sentimiento humano, seguramente el que más ha hecho por la supervivencia de la especie, pero cada vez más escondido entre las aristas del alma. Si lo tuviéramos, todos nos solidarizaríamos con agricultores y ganaderos cuando miran al cielo para que llueva y hasta presionaríamos para que se aprueben nuevos planes de regadío; lo mismo ocurriría con la gente del campo, que haría rogativas para que no lloviera en Semana Santa. Pero no. Hasta públicamente algunos de un bando y del otro manifiestan sus preferencias con el fin de molestar al contrario: qué se j... Es el sino de este tiempo de tribus con chamanes y voceros.

Ser hombre o mujer del tiempo viste mucho, es muy atractivo todo el año, menos ahora, en los próximos diez días. Tienen que andar con pies de plomo por si se pasan o se quedan escasos. ¡Cómo si ellos tuvieran la culpa de lo que viene del cielo¡ Un deseo: que la lluvia respete al menos los días centrales de la Semana Santa; pero si llueve, pues eso, a aguantarse, y hacer lo mismo que en Madrid: dejarla caer (el agua, claro). No hay más remedio.